En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado para que le veamos mejor y para compartir nuestro dolor solidariamente. La Cruz es un signo más y enriquece. Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.
Este día nos recuerda que Santa Elena halló la Santa Cruz en el año 320. Este símbolo es fruto de la libertad y amor de Jesús, que la quiso para mostrarnos su solidaridad con el dolor humano. Jesús no ha venido ni a suprimir el sufrimiento ni para explicarlo, sino, para acompañarlo con su presencia.
El descubrimiento de la Cruz de Cristo fue realizado por Santa Elena, Madre del Emperador Constantino entre los años 325 y 327. Según los datos ofrecidos por los historiadores de la época, Elena vigilaba las labores de desmantelamiento del foro occidental de un templo consagrado a Afrodita en Jerusalén. Mientras se realizaban estos trabajos, se encontraron las tres cruces, los clavos y el “titulus crucis” (el letrero mandado poner por Pilato a la cruz).
El problema vino para saber cuál de las tres cruces era la del Señor. Así, Teodoreto de Ciro dice: “No estaban seguros de cual de ellas había sostenido el cuerpo del Señor y recogido las gotas de su preciosa sangre” (Historia de la Iglesia I 17). Al parecer se encontró el titulus sobre la cruz del centro, lo que ayudó a distinguir cuál era. Así lo narra Ambrosio de Milán (De obitu Theodosii 45) y Juan Crisóstomo (homilías sobre el evangelio de Juan 85). Sin embargo, Elena seguía llena de dudas (cf. Sócrates Escolástico, Historia de la Iglesia I 17). Según otras narraciones, la verificación se llevó a cabo por la curación milagrosa de una mujer enferma de “grave mal” (cf. Teodoreto de Ciro, Historia de la Iglesia). De cualquier forma, lo más probable es que la distinción se haya hecho gracias a las marcas de los clavos pues el Evangelio de Juan dice que sólo Cristo fue “clavado” a la cruz.
Elena misma, al volver a Roma, decidió que la cruz fuera partida en dos de manera que una parte de ella pudiera trasladarse a la capital del imperio. También el titulus fue partido en dos con idéntica motivación. Luego hay testimonios de Cirilo, obispo de Jerusalén (seguramente testigo del hallazgo) que dice en sus Catequesis: “todavía se puede ver hoy” (cf. Cat. X 19 pero también XIII 4). La Iglesia ha celebrado el descubrimiento de la Cruz por Santa Elena el día 3 de mayo, siendo denominada “festividad de la Invención de la Cruz”.
En el año 613 los persas invadieron Jerusalén y aniquilaron la guarnición bizantina. El rey persa, Cosroé II Abharwez (el victorioso) mandó al obispo de Jerusalén deportado, junto con las reliquias de la cruz, a la ciudad de Ctesifonte cerca de Bagdad.
La indignación de los bizantinos fue tal que inmediatamente hicieron la guerra contra los persas. Tras la rendición del rey, el emperador Heraclio pidió que se le fuera devuelta la reliquia. Este se llevó en procesión la parte de la cruz a Constantinopla y mandó reedificar la Iglesia del santo sepulcro. Un año después, las reliquias eran devueltas a Jerusalén. . La recuperación de la reliquia de la Cruz por Honorio se celebra el día 14 de Septiembre por la Iglesia con la denominación de “fiesta de la Exaltación de la Cruz”.
En el año 638 los musulmanes reconquistaron Jerusalén y con ella tomaron control sobre la reliquia de la cruz. Entre momentos de tolerancia y de venganzas, la cruz quedó en sus manos junto con la ciudad. Tras ser recuperada por los cruzados la ciudad de Jerusalén tomó el apelativo de “civitas crucis” pues ahí se encontraba la reliquia más importante de la cristiandad.
Después de la reconquista de la ciudad por parte de los musulmanes se pierde toda traza de los fragmentos de la Cruz que permanecián en Jerusalén, permaneciendo los existentes en Roma y otros puntos de la cristiandad a partir de los dos fragmentos originales. Hoy la mayor reliquia de la Vera Cruz se encuentra en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana.
Fuente: http://www.pobreyesperanza.com/
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