viernes, 25 de junio de 2010

Y Dios probó la virulencia del hombre...


Caminamos solos y nos aferramos al miedo y a la desesperación. Buscamos en esa desesperación suspiros de aprobación y discusiones por placer...
El tiempo se va gastando como cirios encendidos hasta que se llega a apagar el pabilo de nuestra vida; esa vida que a muchos nos parece pequeña y que otros gastan con actos que más allá de la cordura, supera lo atroz.
Sevilla se preocupa por la salud del Señor, que duele como si se tallara a fuego en el corazón de la ciudad.
Son sus manos las que un día besaron mis labios impregnando esperanza, las que un mismo hijo suyo se ha encargado de intentar atraparlas para poder autoproclamarse “Hijos de Dios”… padre, perdónale porque no sabe lo que hace…
La vida está llena de pequeñas victorias, muchas traiciones y demasiadas derrotas.
El cristiano, cofrade y devoto sabe que debe aprender a soportar toda clase de terribles golpes. Que la actitud egoísta de personas que no necesitan mirarse el corazón antes de actuar, no debe hacer que nuestros sentimientos exploten, sino que se reconforten.
Llegará un tiempo en que costará distinguir lo sagrado de lo profano… pero El Señor seguirá ahí, conduciendo los rezos a través de su talón, dando aire a los suspiros sin aliento de su camarín, acumulando sentimientos para repartirlos en una madrugá de ensueño…
Es el Señor del Gran Poder, el dios hecho madera el que un día probó la virulencia del hombre. 

Publicado por José Ramón Rodríguez García en www.pasionensevilla.tv

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