viernes, 15 de abril de 2011

Traslado de Nuestro Padre Jesús del Calvario a su paso procesional

El pasado domingo 10 de abril de 2011, la Sagrada Imagen de Nuestro Padre Jesús del Calvario fue trasladada desde su hornacina en la capilla de San Roque de la Real Iglesia Parroquial de San Lorenzo Mártir hasta el paso procesional que, para hacer Estación de Penitencia cada Miércoles Santo, tallara Guzmán Bejarano.

Nuestro Padre Jesús del Calvario a finales de la década de 1980
Sin embargo, este último traslado no fue como los anteriores. Este último camino entre la hornacina y sus andas fue diferente a todo lo que hasta ahora se había visto, pues por primera vez se dio una de esas casualidades de las que tanto nos gusta hablar, y que una vez más nos demuestran que no son tales.

El pasado domingo, el coro de hermanos que cada Lunes Santo acompaña al Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas se encontraba en San Lorenzo. Y casi sin pensarlo, acompañaron a nuestra Sagrada Imagen en su corto pero solemne camino hacia el Miércoles Santo.

La madera dejó paso a la devoción. El ruido metálico de los anclajes a la madera quedaron ensordecidos por el silencio devoto de los presentes. Y Dios, entre nosotros, más vivo que nunca, volvió a aceptar el peso de la Cruz que en pocos días iluminará nuestro bendito Vía Crucis.

Entre nosotros se colaron los lentos compases del Miserere de Ánimas. Por primera vez la Dulce Mirada lloraba al recordar su destino a los sones de la centenaria plegaria que tanto se interpretara en Córdoba bajo la batuta de los maestros Gutiérrez Ravé o Gómez Navarro. Aquellos Misereres que cantara en la Santa Iglesia Catedral el tenor cordobés Rafael Bezares, o aquellos compuestos por Balius.

El pasado domingo no hubo distinción entre los hermanos de Ánimas o del Calvario, ni cámaras, ni fotógrafos; sólo el Miserere de la Vía Sacra. 

Miserere mei, Deus,
Secundum magnam miseridordiam tuam.

Et secumdum miltitudidem miserationum tuarum,
dele iniquitatem meam.

Amplius lava me ab aniquitate mea:
et a peccato meo munda me.

Quoniam iniquitatem meam ego congnosco
et peccatum meum contra me est semper.


Ten misericordia de mí, oh Dios
conforme a tu gran misericordia

y conforme a la multitud de tus piedades
borra mi maldad

Lávame enteramente de mi culpa
y límpiame de mi pecado

porque yo conozco mi maldad
y mi pecado está siempre ante mis ojos

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