jueves, 28 de marzo de 2013

San Román es distinto


El capataz del Señor de la Salud de la Candelaria, Juan María Gallardo, nos envía un artículo publicado por él mismo en el boletín de la Hermandad de los Gitanos de Sevilla durante la Cuaresma de 2013. Agradecidos de que nos haya enviado el texto, lo compartimos a continuación:

Ante de leerlo, asegúrate de tener algo de música de fondo.





San Román es distinto


   Nunca lo había visto en la calle. Había salido de negro en el Gran Poder con la túnica que su padre dejó de herencia y que antes usaba su hermano mayor, que ese año debutaba como costalero en la Virgen de las Angustias. Realmente iba a ver a su hermano. Tras  quitarse la negra del antiguo tergal que hoy es ruán, sintiéndose héroe por terminar aquel recorrido silencioso y duro de anónimo nazareno, cruzó Puerta Osario y Alfalfa y bajó las Cuestas del Rosario y el Bacalao. Por allí, ya había capas blancas y morados antifaces.

   Justo revirando Alemanes lo encontró. Erguido, cargado con la cruz. Con paso firme y acompasado, caminaba sobre monte de rojos claveles que destacaba del dorado canasto que genialmente tallara Antonio Martín. Los codales de los faroles se hacían innecesarios pues el sol, radiante, iluminaba la mañana de Viernes Santo.

   Cuando aquel joven de dieciséis años pudo estar cerca del paso, vio su tez morena y allí comenzó a sentir los repelucos del sentimiento en sus carnes. Reparó en sus manos, en sus barbas, en su perfil. Repasó una y otra vez las gotas de sangre que cubren el bello rostro del Señor de la Salud y ya para siempre se sintió suyo. El mechón de cabellos despegado de su cabeza y que asoma por la mejilla derecha, es firme apoyo de fe donde se agarra, veintitantos años después, aquel joven que hoy es padre de niños que son hermanos de Los Gitanos desde que nacieron.

   Ese hombre quedó tan prendado del embrujo y la hermosura singular del Cristo moreno y guapo de la Salud, que desde entonces su pulso en Semana Santa, late al mismo son que el cordón del cíngulo que abraza su cintura, se balancea sobre la túnica sagrada. Aquella mañana quedo tan embelesado, que caminando de espaldas y sin poder restar un instante de atención a los andares portentosos del Señor, olvidó que había ido a buscar a su hermano y hasta pasada la Alfalfa, no acudió a su encuentro. En la plaza de la Pescadería, vio que un faldón del palio arriado de María de las Angustias, se elevaba y tras él, entre varios costaleros asomaba su hermano. Se acercó, lo saludó como se saludan dos hombres y con la emoción asomada a sus ojos lacrimosos, le dijo lo que estaba sintiendo. Era algo nuevo, algo distinto, algo que no conocía hasta entonces y le prometió que no pararía hasta poder salir de costalero en aquel paso de Cristo. Seis años después, hace ya veinte, lo consiguió y su vida ya no fue la misma.

   Días después de aquella madrugá, otro costalero, tan enamorado como él de este Cristo vivo y de esta hermandad, le dijo una frase que todavía no ha olvidado:

             “mira, San Román es particular. Ni mejor, ni peor, es distinto…”

Así es y así lo proclama y lo lleva a gala. Esta hermandad es distinta.

Aquí los costaleros no sudan, aquí huelen a canela y clavo.
Aquí las mecidas y movimientos de los pasos no se hacen con las piernas y la cintura, se hacen con el corazón y el alma.
Aquí el llamador tiene sonido de fragua y de martinete.
Aquí las saetas son más desgarradas por lo jondo del dolor de donde nacen.
Aquí las marchas suenan más armoniosas y tienen la dulzura de una nana.
Aquí el incienso es puro perfume de amor con aromas de romero y de vainilla.
Aquí la cera derramada es la sangre de una raza errante que en la hermandad se funde entre cuarterones, gitanos y no gitanos, que son iguales para el Señor.
Aquí el morado capirote es lirio nazareno y el blanco de las túnicas es azucena y nardo en respiradero de plata.
Aquí los evangelistas de las esquinas del paso escriben en Romance la pasión de Jesucristo.
Aquí la Concepción y el nacimiento de Jesús hecho hombre, van como cartelera frontal.

   Aquel joven que a pesar de haber vivido en el barrio descubrió por si sólo la grandeza y la majestad del Cristo de Los Gitanos, no entiende otra manera de vivir que no sea todo lo cerca que pueda de su hermandad, de su Señor de la Salud y de su Virgen de las Angustias Coronada.

   Y es que como le enseñó otro loco enamorado,

San Román y ahora el Valle, son particulares, ni mejores, ni peores. San Román y el Valle son distintos.”

                                       ¡¡¡ Viva el Señor de la Salud ¡¡¡
                                     ¡¡¡ Viva la Virgen de las Angustias ¡¡¡
                                   ¡¡¡ Viva la hermandad de Los Gitanos ¡¡¡


(dedicado a aquellos que sienten esta hermandad como algo distinto)


Juan María Gallardo

Enero de dos mil trece.

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