miércoles, 18 de junio de 2014

¡De rodillas!

¡Ya viene la procesión!

Así lo anuncian las campanas con sus sonidos mágicos, que se pierden en los espacios infinitos.

Desde la capital fastuosa hasta la humilde aldea, todo anuncia la próxima llegada de la fiesta alegre, con sus músicas majestuosas, que rinden culto de veneración a la augusta presencia del Rey de reyes.

Los pájaros cantores nos enseñan y elevan trinos de alabanza al Sumo Hacedor de Cielos y Tierra, y bendicen desde sus ocultos nidos con armónicos gorjeos la sublime obra del Creador.


¡Ya viene la procesión!

Fausto día que el Cristianismo dedica a la santificación de una de sus grandes fiestas, en la que el mundo católico hinca la rodilla en tierra y presencia con veneración respetuosa el paso por calles y plazas del augusto Sacramento, que es principio fundamental de la fe Cristiana.

¡La procesión de acerca! dice la multitud que espera la Custodia, rodilla en tierra.

Nubes de perfumado incienso, envuelven a la Majestad Divina: las voces del coro entonan el himno Pange lingua; las cornetas y clarines, alternando con las músicas, esparcen en el espacio los acordes de la Marcha Real; los soldados rinden sus armas y reciben, rodilla en tierra, la presencia real de Cristo en la Hostia consagrada; las banderas, símbolo glorioso, enseña de la Patria, se rinden también al paso de la Custodia; una lluvia de flores, con que la Naturaleza se viste de gala, desciende copiosa al paso de la Divina Majestad, que , entre los acordes de las músicas y los sones de los clarines y cornetas, pasa en procesión solemne por entre las apiñadas líneas que forma la multitud, ávida de presenciar el paso de la brillante comitiva.

La procesión retorna a su templo.

A los acordes de las músicas siguen las melodías del órgano, cuyos sonidos se pierden en las espaciosas naves; las campanas suspenden sus alegres ecos y en el templo suntuosa no se oyen los rumores del bullicio.

Los cantores entonan el himno Tantum ergo: el Preste bendice a la multitud con el Santísimo, bendición que recibe el pueblo, rodilla en tierra, dando muestras de rendida veneración y religiosidad ferviente.

Pasó la procesión, se disolvió la comitiva, y el pueblo, que de generación en generación mantienen viva la fe de sus mayores, cumple sus deberes religiosos y testimonia una vez más que no se han quebrantado ni sus sentimiento cristiano ni su tradicional cultura.

Mariano Martínez Alguacil, periodista.
Publicado en La Voz el 3 de junio de 1920

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