El cofrade anhela y recrea durante todo el año la Cuaresma y esa eclosión de color, luces, aromas y sentidos de una nueva Semana Santa. Pero, ¿sabe dar sentido a lo que vive y hace? En estas breves líneas expondremos cómo la Santa Iglesia contempla el culto a nuestras imágenes sagradas, para que, aún envueltos por esa vorágine que nos rodea durante esos días, no nos dejemos arrastrar por sólo lo meramente estético o cultural de la fiesta y nosotros, los hombres y mujeres de la Semana Santa, demos el sentido justo de/a lo que hacemos.
Ese sentido que quizá, por el propio carácter que caracteriza a nuestra bendita tierra de Andalucía, en la que casi todo lo convertimos en algo festivo, podemos dejar caer equivocadamente en el olvido, desconocemos o tal vez relegamos a un segundo plano centrándonos tan sólo en lo banal, estético, folclórico y material de todo ello.
Sin ánimo de sentar cátedra, puesto que lo que a continuación se expone ya se encuentra registrado y más que establecido en numerosísimos escritos, hay que considerar si no imprescindible necesario, no sólo conocer la historia y la tradición de nuestra Semana Santa a través de los siglos como, entiéndase, el movimiento cultural de un pueblo, paralelo a una fiesta principalmente de carácter religioso; sino que también se deben entender los porqués y los orígenes de lo que a lo largo de los siglos los cristianos católicos y cofrades, venimos rememorando cada primera luna llena de primavera. Y para ello, muy brevemente, nos vamos a remontar al origen.
"Adoración del becerro de oro" (1636)
Nicolás Poussin — Nathional Gallery, Londres
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La prohibición veterotestamentaria* de no fabricar ídolos ni figuras que el libro del Éxodo impone y el peligro de caer en la idolatría, ha hecho que el culto a las imágenes haya sido objeto de polémica desde los primeros siglos del cristianismo. Tanto el Judaísmo como el Islam, excluyen de su culto a las representaciones de personas divinas interpretando de manera radical la prohibición de realizar imágenes.
El Concilio Niceno II celebrado en el año 787 y último de los ecuménicos reconocidos tanto por la Iglesia católica como por la ortodoxa, defendió la veneración a las imágenes sagradas y que dichas imágenes deben ser expuestas en las iglesias, en los ornamentos y vasos sagrados, en paredes y cuadros, casas y calles. Las primeras representaciones de Jesús no pretendían en modo alguno ser un retrato, sino que iban por el camino del simbolismo y la alegoría. Así, la imagen del Buen Pastor es la más querida por los primeros cristianos.
El Buen Pastor Pintura de la catacumba de Calixto datada en el S. III |
• «Yo soy el buen pastor. El buen pastor arriesga su vida por sus ovejas...» (Jn. 10, 11).
• «Luego, al encontrarla (la oveja perdida) la pone sobre sus hombros lleno de alegría... » (Lc. 15, 5)"
Sería una temprana visión de la figura de Jesucristo como Buen Pastor, tratando de simbolizar a un pastor de almas que guía a su rebaño, los cristianos, representados en el cordero que porta en sus hombros.
Con la aparición de las imágenes de la Santa Faz en el S. VI (el camulanium y el mandylion que se identifica con la Sábana Santa de Turín) se imitan y reproducen apareciendo los iconos. Aunque no es objeto de este artículo el analizar la evolución de la iconografía sacra, se puede ver una clara evolución que va desde el románico, con una concepción de Cristo Rey hasta la humanización del gótico, el realismo renacentista y las representaciones naturalistas del barroco. Lo mismo vale para las imágenes marianas, de un hieratismo muy acusado en el románico y gótico hasta las dolorosas barrocas que veneramos como titulares de nuestras hermandades.
La veneración de las imágenes, tanto en pinturas, esculturas, relieves, cerámicas u otras representaciones, constituyen “un elemento relevante de la piedad popular” tal como el Directorio sobre la piedad popular afirma claramente. Pero hay que advertir que si esa veneración no se apoya en conceptos teológicos adecuados se corre el riesgo de caer en desviaciones que en definitiva hagan a los fieles sustituir lo representado por la materialidad de la figura concreta cayendo si no en idolatría, que tal vez sea excesivo, si al menos en prácticas ajenas a una auténtica religiosidad cristiana aunque estén llenas de buena fe.
Las imágenes según la enseñanza de la Iglesia son: signos santos, ayuda para la oración, estímulo para su imitación, forma de catequesis y en definitiva, traducción iconográfica del mensaje evangélico. La imagen no se venera por ella misma sino por lo que representa. No se puede tampoco olvidar el aspecto artístico y el decoro que las imágenes deben tener, aunque siempre teniendo en cuenta que la función principal de la imagen sagrada es ayudarnos a introducirnos en el Misterio y no el deleite estético. Cuando ambas funciones se encuentran, gracias a la gubia o pincel de un genial artista, se produce el milagro de aquellas imágenes que despiertan la universal devoción. Es lo que el recordado y admirado maestro Hernández Díaz definía como “unción sacra”.
S.S. el Papa Benedicto XVI, en su libro sobre “El espíritu de la liturgia”, al tratar sobre las imágenes concluía con las siguientes afirmaciones:
• Que la ausencia total de imágenes no es compatible con la fe en la Encarnación de Dios. La iconoclastia no es una opción cristiana.
• Que el arte sagrado encuentra sus contenidos en las imágenes de la historia de la salvación.
• Que las imágenes sirven para poner de manifiesto la unidad interna de la actuación de Dios.
• Las imágenes no son fotografías: su sacralidad consiste en llevar a una contemplación interior, al encuentro con el Señor.
NOTAS:
*Veterotestamentaria: Perteneciente o relativo al Antiguo Testamento.
*Moscóforo: Escultura griega datada en el año 570 a. C. esculpida en la región de la Antigua Grecia. Representa a un kurós, una estatua de un varón joven pastor que lleva la oveja sobre los hombros y es considerada un exvoto y ofrenda a Atenea.
FUENTES:
El presente artículo ha sido elaborado en base a los documentos:
- «El culto a las imágenes» — Jesús Luengo Mena.
- «La pervivencia del mito de Orfeo en la iconografía románica del rey David: origen, significación simbólica y aproximación organológica» — Faustino Porras Robles, publicado en Círculo Románico.
Magnífica entrada, Daniel. Como de costumbre.
ResponderEliminarQueda explicado magníficamente en este artículo el sentir cofrade. Una mirada al Señor del Calvario es una verdadera catequesis para comprender el mensaje de Jesús en el Evangelio, nos ayuda y nos estimula a seguir sus pasos, nos invita a que cada uno tome su cruz y acepte la voluntad del Padre.¡Qué fácil es hablar con Dios ante la imagen de su Hijo abrazado a su cruz!
ResponderEliminarDe nuevo gracias porque como siempre haceis desde el blog de costaleros una magnífica labor.PPV