Comentaba recientemente que las fiestas de Nuestra Señora del Carmen, al menos en lo que el entorno de San Cayetano se refiere, se cerraban con la Velá de San Cayetano. No es que esta velá sea la única que se organizaba en Córdoba, pues también es famosa la organizada en honor de la Virgen de los Faroles o aquellas otras veladas pugilísticas tan del gusto de la época y que se comenzaban a organizar en Córdoba durante los años previos a la guerra civil (Córdoba se asomaba a "la boxe").
Los aficionados a los toros también tenían en las noches cordobesas de verano su oportunidad de esparcimiento, pues era habitual la celebración de corridas nocturnas como las celebradas a mediados de julio de 1928, por ejemplo, donde aparecían en cartel Lagartijo, el sevillano Manuel López, o el Niño del Empalme.
Pero lo que hoy nos ocupa es aquella Velá de la plaza de San Cayetano, donde niños y mayores disfrutaban hasta largas horas de la noche.
Imagen de la Velá de la plaza de San Cayetano. Julio de 1928 |
Tío-vivos, carruseles, carracas y otros divertimentos hacían las delicias (vaya expresión más manida) de todos los vecinos del barrio. Sin aparatos de aire acondicionado, las diferentes velás competían con los cines de verano existentes en Córdoba desde los inicios de dicha década, en una búsqueda desesperada por olvidar y pasar de la mejor manera posible las noches de calor. Noches que se convertían incluso en madrugadas, a tenor de lo escrito al respecto por Ricardo de Montis, quien llegó a decir: "¡Qué diferencia entre las antiguas veladas veraniegas de Córdoba, y las actuales!"
De Montis describe cómo Córdoba ardía en fiestas durante las noches de verano. Era habitual que la mayoría de los cordobeses trasnocharan, permaneciendo en la calle hasta la primera claridad del día siguiente.
Sin embargo 50 años atrás, recordaba de Montis, cuando las casas de vecinos eran más habituales, sus habitantes solían organizar reuniones en los propios patios. Allí las muchachas “lucían su garbo y donaire”, interpretando sevillanas, los panaderos y el vito.
En otras ocasiones, y con las sillas dispuestas en las casapuertas, los jóvenes aprovechaban que los mayores dormitaban para “rimar en voz baja, casi imperceptible, el eterno idilio del amor”. Preciosa descripción de lo que posteriormente llamaríamos "pelar la pava". Algunos niños simulaban luciérnagas con lámparas de sandía, corriendo por las calles, aunque siempre antes de las diez de la noche, hora en la que todos se recogían de las calles regadas y barridas horas antes por los propios vecinos para poder descansar y madrugar el día siguiente. A partir de entonces el sereno en su chuzo y su farolillo darían ofrecerían la única compañía en las desérticas calles cordobesas.
Tan sólo los jueves y los domingos se permitían los cordobeses ciertas licencias para asistir a las velás organizadas en el paseo del Gran Capitán, de la buena sociedad y clase media, o en el de la Ribera, entre la Cruz del Rastro al Molino de Martos, más democrático y popular. Sin embargo en ambos casos la “fiesta” consistía en tranquilas tertulias, sentados sobre sillas previo pago en el Gran Capitán o en los poyos de la Ribera, idas y venidas cogidos del brazo y alguna que otra sonrisa, sin muchas más licencias, hasta las once de la noche; hora en la que prácticamente comenzaba la “fiesta” en las velás de finales de la década de 1920 como la de San Cayetano.
Las de finales del siglo XIX eran, en opinión de Ricardo de Montis, “mucho más típicas y bellas” que las de finales de la década de 1920, pues “tenían un sello de costumbres patriarcales y el supremo encanto de la sencillez”.
Hoy por hoy, y tras ver la fotografía mostrada más arriba, parecería imposible que una velá veraniega de Córdoba pudiera revestir más costumbrismo, aunque esto debe ser algo típico en la historia. No en vano, recordemos lo que decía Platón sobre la juventud (y por extensión de la sociedad) que le tocó vivir: “¿Qué les pasa a nuestros jóvenes? No respetan a sus mayores, desobedecen a sus padres. Ignoran las leyes. Hacen disturbios enlas calles inflamadas con pensamientos salvajes. Su moralidad decae. ¿Qué será de ellos?”. Pues eso.
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