Urnas construye, erige relicario
Córdoba ilustre a mártires valientes
Y entre viriles de cristal lucientes
Previene a sus reliquias el sagrario
Ana de Pineda. Poetisa cordobesa. 1651
Se acaba de anunciar la próxima salida en procesión de la urna de los Santos Mártires de Córdoba, desde su emplazamiento habitual en la Basílica de San Pedro hasta la Santa Iglesia Catedral de Córdoba. Esta salida me trae a la memoria algunas de las organizadas por los cordobeses junto a los restos de los Santos Mártires, casi olvidadas en el tiempo, por lo que aprovechamos la noticia para acercarnos a algunas de ellas.
Capilla del Sagrario con la urna que contiene las reliquias de los Santos Mártires. San Pedro.
Fuente: www.silencioblanco.org
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Precisamente ese día, 7 de julio, celebraba la Iglesia el día de San Argimiro o San Argimiro de Cabra, uno de los Santos Mártires que abrazó la palma del martirio el 28 de junio de 856 (decapitado) y cuyos restos se encuentran en el interior de la urna. Ésta lució: "vestida de terciopelo carmesí con guarniciones costosas de plata cubriendo las fachadas con viriles de cristal por donde se trasparentaban los benditos huesos".
Según las crónicas la peste menguó desde el día de la procesión hasta su entera desaparición, produciéndose en este momento un hecho importantísimo para la historia de Córdoba: El sacerdote Juan del Pino presentaría las revelaciones de Andrés de las Roelas, escritas 25 años antes, y que el propio del Pino conservaba desde el fallecimiento de Roelas.
En ese momento se solicitó que varios teólogos de prestigio que informaran sobre la vida del propio Roelas, componiendo dicha información hasta nueve testigos que fueron: Pedro Rodríguez, rector de la Magdalena y de San Pedro, sucesivamente; Gaspar Trujillo, párroco del Sagrario; Alonso de Oliver, párroco de Santo Domingo de Silos; Damián de Vargas, racionero; Diego de Garay, capellán perpetuo; Diego Fernández Bello, rector de San Juan y Todos los Santos; Julián Carrillo y Juan del Pino. Gracias a ello, Fernando Mohedano de Saavedra, Canónico y provisor (la silla de Osio se encontraba vacante en dicho momento) aprobó las revelaciones el 6 de agosto de 1603.
En acción de gracias se construyó en piedra una imagen de San Rafael Arcángel, colocada en la capilla de los Mártires de San Pedro.
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