martes, 30 de junio de 2015

De San Rafael a Eros y Psique.

Explica Isidoro Moreno Navarro en su obra "Las Hermandades Andaluzas. Una aproximación desde la antropoligía", cómo cualquier andaluz que haya emigrado fuera de nuestra comunidad puede llegar a hacer coincidir su periodo vacacional con las fiestas patronales de su pueblo/ciudad, portar la imagen de SU patrón/patrona, e incluso proponerse como hermano mayor/cofrade mayor (o el término que en cada lugar se utilice) aún y cuando la designación conlleve un desembolso económico grande (en algunos lugares de Andalucía este cargo lleva consigo invitaciones al resto de hermanos o del pueblo).

Y todo ello, como decía al principio, promovido por un antiguo vecino de un pueblo que desde su niñez tan sólo "pisa" en verano, en chanclas y pantalón corto por la "caló" que se gasta en nuestra tierra por estas fechas. Ese mismo vecino que tal vez no entre en una iglesia mientras que no pisa tierra andaluza (en su lugar de residencia no le da tiempo), que tal vez no rece por las noches para agradecer su prosperidad (aunque sea en tierra foránea) y que casi con total seguridad nunca ha escuchado marchas en el coche en su primer día de vacaciones en su camino a Andalucía.



Sin embargo nos explica el catedrático en Antropología Social y Cultural de la Universidad de Sevilla que el sentimiento de pertenencia que otorga la cultura/folclore/religiosidad popular a un miembro de una sociedad (no necesariamente con estas palabras), es tan grande que sobrepasa lo meramente religioso, pudiendo ver cada verano debajo de nuestros patrones y Virgenes coronadas a vecinos de cualquier condición e incluso, y no se alarme por lo que voy a decir, creencia.

La primera tentación es pensar en la cantidad de fariseos que portan a nuestras imágenes en periodo estival, mas antropológicamente está perfectamente explicado e incluso justificado pues, esa imagen, tan pequeñita en algunas ocasiones, les une a sus raíces, sus antepasados, su infancia y Dios sabrá a cuántas cosas más. Tanto es así que incluso podemos ver fotografías de "La Patrona" (como se le denomina en la mayoría de los pueblos, sin apellidos) en la mesita de noche, en un cuadro en el salón el día de la comunión de un primo (justo de ese día y no el de un cumpleaños cualquiera) o incluso en la entrada de la casa familiar, en el pueblo, años después de que fallecieran los abuelos; los dueños de la casa. Nadie se atrevió a quitar el cuadro de lo que representa la fe para algunos y los lazos familiares para otros. Nadie se atrevió a desarraigarse con este gesto, pues incluso se dice que aquel lienzo fue pintado por un amigo del abuelo que consiguió cierta fama pintando por allá por los años 20.

En Córdoba capital ese cuadro representa, casi de manera omnipresente, al Arcángel San Rafael. Aquél que custodia a todos los cordobeses, con independencia de sus creencias, y que les da la bienvenida cuando entran a la ciudad y los despide cuando de ella salen. Aquél que los acompaña en cada tarde de fútbol, le recen o no. Y lo más curioso, aquel al que toda una ciudad se siente vinculada; le recen o no.

Desarraigar a un pueblo de su tradición (religiosa o no) no es comprensible en términos sociales, culturales o antropológicos. Descolgar obras de arte de las paredes de nuestra casa, tan sólo por el hecho de que en ellas se represente algo en lo que no creemos (aunque ya hayamos visto que en otras ocasiones nos represente e incluso lo tomemos como propio) no responde a ningún criterio lógico. Tan ilógico como si decidiéramos eliminar de la pared del patio cordobés donde vivían los abuelos el mosaico romano que nuestro antepasado encontró en una excavación que realizara hace más de medio siglo, y en el que se representa a deidaes como Eros y Psique.

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