Hoy podemos leer en la prensa local que Urbanismo ha iniciado las obras de la iglesia de Campo Madre de Dios, lo cual es siempre una buena noticia. De él se ha escrito mucho aunque sigue siendo un templo bastante desconocido para los cordobeses, por lo que aprovecharé la noticia de hoy para recordar de brevemente su historia y algunas anécdotas ya casi olvidadas.
El convento fue construido a principios del siglo XVII bajo la advocación de Nuestra Señora de los Remedios y San Rafael, recordándonos las crónicas la existencia de una de las imágenes de su titular en Córdoba. Otras imágenes de Nuestra Señora de los Remedios recibieron el calor de los fieles cordobeses en el ya desaparecido hospital de San Bartolomé y María Magdalena, del siglo XVI (conocido como hospital de San Bartolomé de las Bubas) o en San Lorenzo (con reglas aprobadas en 1692).
El templo que nos ocupa, construido por los frailes terceros de San Francisco y donde existió la hermandad de la Pasión de Cristo, vivió diversos momentos de gran vitalidad hasta la llegada de los franceses, quienes no sólo robaron la plata de su interior, expolio común a todos los templos cordobeses, sino que dañaron gravemente la imagen titular.
Las desamortizaciones de 1836 llegaron al templo, como al resto de los conventos masculinos de nuestro país, decidiendo el obispado cederlo al Ayuntamiento de la ciudad para la construcción del asilo municipal en 1862, bajo la dirección de Agustín Moreno (quien tiene en su memoria la calle que arrancando desde la propia puerta de la iglesia, llega hasta la parroquial de San Pedro). El asilo fue una realidad, si bien la iglesia no terminó de encontrar su camino, quedando relegada al ostracismo cordobés más propio.
Sin embargo las crónicas nos hablan de otros momentos menos oscuros del templo, como aquellos vividos el 19 de agosto de 1689 cuando el Ayuntamiento de la ciudad aceptó "muy complacido" el patronato que le ofrecieron los frailes del convento, de la capilla mayor que en aquellos años se labraba en la propia iglesia. El objetivo buscado era que los representantes de la iglesia pudieran celebrar en ella las festividades que se ofrecieren, votivas o de su devoción, así como para que pudieran sepultar en su cripta a los cadáveres de los corregidores de Córdoba.
Dicha referencia es especialmente curiosa, pues podría decirse que son los descendientes (políticos) de aquellos miembros del ayuntamiento que recibieron con tanto agrado el patronazgo de la capilla mayor, quienes deben devolverla hoy en día en el mejor estado posible.
Tres días más tarde, el 22 de agosto de 1698, el Ayuntamiento acordó conceder la plaza de toros a los frailes del convento que, sin los recursos necesarios para continuar con la construcción de la iglesia, se proponían celebrar unas corridas de toros cuyos beneficios irían destinados a sufragar parte de las obras. Entre las condiciones que se impusieron estaba la de contratar como "toreador" a quien la corporación entendiera que daría lustre a la festividad.
Comisión del Ayuntamiento visitando el asilo Madre de Dios. 1927 |
Como ya he comentado la iglesia no volvió a tener la vida anterior tras la desamortización, si bien el asilo fue punto de debate continuado en los plenos del Ayuntamiento. Su situación económica precaria contrastaba con las comidas extraordinarias que, de tanto en tanto, son ofrecidas a los acogidos. Las fotografías de la comisión del Ayuntamiento posteriores al acto no faltan en la prensa local de principios de siglo. Sin embargo las actas de los plenos municipales están llenas de solicitudes, por parte de la Comisión de Beneficencia, para la liberación de presupuesto municipal para adquirir zapatos y otras prendas de primera necesidad para los habitantes de la benéfica institución.
En otras ocasiones serán familias apoderadas las que costeen las comidas extraordinarias motivadas por hechos familiares tales como una boda o un nacimiento o bautizo. Un ejemplo lo encontramos en la comida extraordinaria ofrecida en diciembre de 1920 a los asilados por parte de los marqueses de Viana y el duque de Peñaranda en celebración de la boda de éste con la marquesa de Villaviciosa, hija de los primeros, a cuya aportación se sumaría una cantidad entregada por el propio alcalde, Fernández de Mesa. La celebración se verificó el domingo 25 de diciembre, consistiendo la invitación en una paella con gallina y chorizo, vino y dos pasteles a las mujeres. A ello habría que añadir el café y tortas ofrecidos por la mañana así como la pescadilla, vino y batatas que se ofrecieron para la cena.
Dicha comida fue servida por la señora doña Rosalía Fernández Vergara, viuda de Moya, y las señoritas Carmen León Díaz, Enriqueta León Alcalde y Rosaría Moya Fernández, asistiendo el alcalde y varios concejales.
Ancianas del asilo llenando los cántaros de agua. |
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