martes, 30 de agosto de 2011

Después de Ti, no hay nada.

Hoy compartimos un texto publicado el pasado 2 de junio en el blog El Convento del Monaguillo, escrito por Álvaro Barea

Después de Ti, no hay nada

En la soledad de tu habitación das inicio nuevamente al rito como lo hacen los toreros cada tarde en la que deben enfrentarse a su destino: te vistes despacio y con mimo. La ropa está escrupulosamente planchada. Esta vez luce inmaculadamente blanca llenando la estancia de claridad. La ropa interior es exclusiva de esa ocasión; los calcetines llevaban guardados varios años hasta que te tocara de nuevo. La camiseta fue regalada y el costal es el de las ocasiones importantes: el que se ajusta a la medida “académica” y pasa los más altos controles de pureza y seriedad; el más blanco de tu colección.

Al bolsillo de tus pantalones van la medalla de oro de la Virgen del Rocío que habitualmente cuelga del cuello de tu hermana, aquella pequeña del Corazón de Jesús que el abuelo siempre tuvo consigo hasta que el destino quiso que ya no la pudiera portar más, algunos caramelos para la tos y un pañuelo... porque sabes que antes o después, llorarás.

Para este día, el más importante de tu carrera costalera, no necesitas llevar tarjeta de sitio, porque Dios no te la pide cuando vas a verlo. Tampoco el día en el que te llame a su presencia necesitarás llevar nada que diga que has abonado tu cuota: aquí tu cuota es de amor, y rebosa por todos lados. El ya sabe lo que has pagado y lo que aún le debes a unos y a otros. Vas porque crees; vas porque sientes... y vas gratis.

Aquí no hay vanaglorias ni lucimientos en relevos. Aquí no da nadie la nota delante del paso. Aquí no hay más protagonismo que el que tiene que haber... por eso muchos no gustan de participar y dicen que el Corpus no les “llama”. Si no te llama Cristo a meterte debajo de un paso, apaga y vámonos. Eso retrata a cada cual como creyente, no como costalero. Cargar kilos puede hacerse sin raciocinio.

Rezas en tu pequeña capilla particular de siempre, encomendando tu trabajo a toda esa divina madera a la que habitualmente le imploras, pero teniendo la absoluta tranquilidad de que esta vez llevarás contigo al “jefe”, al supremo encargado de que todo esto tenga sentido. Eso te relaja y te da confianza en ti mismo. Hoy serás nuevamente cirineo del “verdadero”, y juntos recorreréis la calle de la amargura.

Te da igual si el que suda a tu lado es de tal o cual Cofradía, o si te cae mejor o peor que algún otro, o si te la jugó alguna vez en alguna de esas batallas medio perdidas que son las cuadrillas de las Hermandades. ¿Qué mas da?, Dios nos iguala a todos vestidos de blanco, y tu cita, aunque acompañada por unos cuantos buenos costaleros de muchos sitios diferentes, es tuya y Suya únicamente. El diálogo será de Ti para El. Dan igual las medallas.

El calor, el nervio, el buscar a la persona no habitual pero adecuada para tirarte de la ropa, el sorbito de agua del patio de acceso a la Sacristía de la Catedral, la eterna charla del hombre de negro que tiene el enorme orgullo de ponerse delante de Cristo mismo... todo es especial y distinto. Es una rutina, pero no como la de las Cofradías. Todo es diferente, porque El está de por medio.

Te das cuenta desde que al ingresar en la girola, escuchas los rezos y los cánticos de la gente que abarrota la Seo. Te das cuenta desde que se descubren ante ti, humildemente escondidas en una capilla lateral las andas de Cristo, luciendo artísticamente el paso de los siglos en oro y plata maciza. Ante aquel mismo oro rezaron los Reyes Católicos, y hoy, siglos después, rezas tu por los tuyos. Te das cuenta cuando recuerdas que en el cordero que llamará al pulso de los hombres, hay una pequeña parte tuya puesta voluntariamente desde hace ya muchos años. Te das cuenta cuando recuerdas aquella vez que ayudaste a Pepe a cambiar los palos del paso, y echando la vista atrás, te satisfaces sabiendo que esos palos partidos, presiden ahora muchas casas de nobles costaleros que lo portaron durante muchos años. Te das cuenta cuando al meterte debajo, sientes que junto a tu costal están contigo muchos de los que ya no respiran, pero habitan en tu conciencia cuando por la noche descansas sobre la almohada.

Hay tantas cosas que te hacen comprender que aquello es diferente, que jamás podrás comparar esta experiencia con alguna otra anterior. Estarás condenado de por vida a acordarte de ese primer día que te metiste bajo Su Divina Majestad. Incluso cuando no te toque sacarlo y escuches el órgano de la Catedral entonar los himnos eucarísticos, tu vello se erizará sabiendo que debajo de ese ralentizado compás de avance hay un puñado de hombres llorando.

Nunca es tarde para aprender a sentir. Nunca es tarde para aprender a querer. Nunca es tarde para pisar Granada cubierta de manzanillas, juncias y hierbas de campo. Nunca es tarde para escuchar el coro alabando la grandeza de Dios. Nunca es tarde para confesar bajo ese paso, de rodillas, con un sacerdote costalero. Nunca es tarde para besar el palo cuando acercan la escalera de madera y presientes que la Forma ya se encuentra en el Viril. Nunca es tarde para llevar un chupete en el bolsillo, pidiendo salud para los pequeños que habitan tu alma. Nunca es tarde para suspirar de alegría al oír el Himno Nacional y saber que tu ciudad aplaude abrumadoramente tu fe.

A partir de ahí, ya solo vale dar las Gracias por lo que tienes y lo que eres, por lo que sientes y por lo que quieres, por la voluntad que le pones al día a día, por el coraje que le echas a los ratos malos, por la fidelidad a tus creencias y tus principios, por lo tangible y lo intangible, por lo nimio y por lo importante, por tu comportamiento, tu carácter y tu bonhomía. Ya solo vale caminar con los ojos cerrados agradeciendo ese momento intenso y único de estar junto a Él.

Porque después de Ti, no hay nada. Lo sabemos todos los que te hemos llevado, Señor. A todos nos puede gustar más o menos llevar nuestros pasos en Semana Santa. Cada cual puede obsesionarse con sus aficiones y sus gustos como quiera, pero la única Verdad de un cristiano que siente ser costalero por todos sus poros, es la de ser tu sustento sobre la cerviz. No hay más bandas, ni más cambios de paso, ni más canastos dorados, ni más mantos bordados, ni más chicotás estudiadas que produzcan una satisfacción tan siquiera igualable a la de ser parte Tuya, Dios nuestro.

Desde el respeto a la postura de cada cual, el que no olvide por un día su orgullo y su vanagloria personal y no entienda esto, no comprenderá jamás la Gloria máxima que puede alcanzar un costalero.

Aunque no te lleve este año, Señor, tengo la inmensa fortuna de SER DE TI. Después de Ti, no hay nada.


P.D. Dedicado a todos los nuevos costaleros del Corpus que tendrán la enorme suerte de vivir esta experiencia única de portar el mismo Cuerpo de Cristo en su procesión del Corpus y en la de la Octava. Bienvenidos

2 comentarios:

  1. Enhorabuena Álvaro por ese sentir que transmites, aunque algunos no lo hayamos vivido, por supuesto que lo hacemos nuestro. Así que además de unirnos a Granada una magnifica Banda, también nos sentimos unidos por costaleros que piensa como Tú. Un abrazo.

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  2. Gracias Fernando. Aquí nos teneis para lo que os haga falta.

    Abrazo de vuelta.

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