martes, 24 de junio de 2014

San Juan Bautista

SAN JUAN BAUTISTA

Respecto a la fecha del nacimiento de Juan el Bautista, no se puede decir nada con seguridad. El Evangelio sugiere que el Precursor nació unos seis meses antes de Cristo; pero el año del nacimiento de Cristo no ha sido determinado. Ni hay tampoco certeza sobre la estación del nacimiento de Cristo, pues es bien sabido que la fijación de la fiesta de Navidad al veinticinco de Diciembre no se basa en la evidencia histórica, sino que está sugerida posiblemente por consideraciones meramente astronómicas.


La festividad de San Juan Bautista que se celebra el 24 de junio coincidiendo con la fecha de su nacimiento según recogen el evangelio de San Lucas, aunque la fiesta aparece ya en la fecha del 29 de agosto en los sacraméntarios romanos, y conforme el Martirólogo Romano esa fecha correspondería a la segunda vez que encontrarán la cabeza de San Juan bautista, transportada a Roma. Sobre el nacimiento de San Juan Bautista, San Lucas es el más completo, recogiendo como hace las maravillosas circunstancias que acompañaron el nacimiento del Precursor y detalles sobre su ministerio y su muerte.


Zacarías, el padre de Juan el Bautista, era un sacerdote de la estirpe de Abías, la octava de las veinticuatro clases en que fueron divididos los sacerdotes (I Cro., 24, 7-19); Isabel, la madre del Precursor, era "descendiente de Aarón" según San Lucas (1, 5); el mismo evangelista, unos versículos después (1, 36) la llama "prima" (syggenis) de María. 

Juan el Bautista es el elegido por Dios para anunciar la venida inmediata de Cristo. Por eso, estará lleno del Espíritu Santo desde el seno materno, convertirá a muchos al Señor su Dios, reducirá los corazones rebeldes y preparará un pueblo bien dispuesto para el Señor (Cf. Lc.1, 5-18). 

La misión de Juan es dar testimonio de la luz que ha de abrirse paso en las tinieblas (Cf. Jo.1, 6-8). Para ello, invita a la conversión y a la oración mediante el rito llamado bautismo de Juan. Una invitación a abrir las puertas del corazón y acoger la luz de Cristo.

Cuando Juan tenía más o menos treinta años, se fue a la ribera del Jordán, conducido por el Espíritu Santo, para predicar un bautismo de penitencia. 

Juan no conocía a Jesús; pero el Espíritu Santo le dijo que le vería en el Jordán, y le dio esta señal para que lo reconociera: "Aquel sobre quien vieres que me poso en forma de paloma, Ese es". 

Los judíos empezaron a sospechar si el era el Cristo que tenía que venir y enviaron a unos sacerdotes a preguntarle "¿Tu quién eres?" El confesó claramente: "Yo no soy el Cristo" Insistieron: "¿Pues cómo bautizas?" Respondió Juan, diciendo: "Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está Uno a quien vosotros no conocéis. El es el que ha de venir después de mí…" 

Por este tiempo vino Jesús de Galilea al Jordán en busca de Juan para ser bautizado. Juan se resistía a ello diciendo: "¡Yo debo ser bautizado por Ti y Tú vienes a mí! A lo cual respondió Jesús, diciendo: "Déjame hacer esto ahora, así es como conviene que nosotros cumplamos toda justicia". Entonces Juan condescendió con Él. 

Habiendo sido bautizado Jesús, al momento de salir del agua, y mientras hacía oración, se abrieron los cielos y se vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y permaneció sobre El. Y en aquel momento se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo todas mis complacencias". 

Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a su encuentro, y al verlo dijo a los que estaban con él: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo os dije: Detrás de mí vendrá un varón, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo".


Entonces Juan atestiguó, diciendo: "He visto al Espíritu en forma de paloma descender del cielo y posarse sobre El. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquél sobre quien vieres que baja el Espíritu Santo y posa sobre El, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo. Yo lo he visto, y por eso doy testimonio de que El es el Hijo de Dios". 

Para muchos de nosotros, herederos de un cristianismo vinculado a las tradiciones populares y a la herencia religiosa de la humanidad la fiesta de San Juan está vinculada al fuego y al agua: al fuego del sol ardiente (del día más largo de verano), al agua del nuevo nacimiento (del bautismo).

La noche de San Juan ha sido y sigue siendo el tiempo del fuego. A la llama del Dios Fuego se “cogía el trébol de la noche de San Juan”, se purificaban los campos y, en el fondo, se evocaba el paso de la vida. Todo se quema, todo arde, para que todo pueda nacer. Todo ardía, porque todo es fuego en el Dios donde todo nace y todo se consume y consuma. 

El fuego está ligado a lo divino como fuerza creadora y destructora. La misma revelación de Dios, que transciende y fundamenta los principios y poderes normales de la vida, se halla unida repetidamente al fuego.

Juan García Camacho

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