miércoles, 29 de mayo de 2013

Cuando el Corpus era la fiesta grande (de Sevilla)

Uno de los Jueves que relucen más que el sol es el Jueves de Corpus. Aún cuando la procesión se haya trasladado, como si de un mueble se tratara, al domingo siguiente. La fiesta del Cuerpo de Cristo fue en su día, sin duda, de las más importantes del calendario litúrgico, teniendo sus réplicas posteriormente en cada parroquia con las procesiones eucarísticas propias de cada hermandad sacramental (recordamos que tras el concilio de Florencia llegó a haber una en cada parroquia), siendo recogido de una manera preciosa en libros como Cuentos de la Alhambra, de Washington Irving (y del que Costaleros del Calvario ya habló en su entrada de literatura del pasado 17 de junio de 2012).

En el mismo podemos leer cómo a Irving le llamó poderosamente la atención la asistencia a la procesión de Granada de fieles venidos de toda Andalucía, destacando el caso de varias familias llegadas las jornadas previas desde Ronda.
Cabezudos de la Catedral de Santiago de Compostela
La participación de Cabezudos, Tarascas y un largo etcétera hacían de la procesión uno de los actos más lucidos del año, entre los que Córdoba recordará las batallas navales representadas en el río Guadalquivir, y de los que hablaremos en una entrada posterior.

Tarascas de Santiago de Compostela. Siglo XIX y recuperadas en 2010

Recientemente la página Pasión en Sevilla publicó un precioso artículo de Javier Macías sobre la historia del Corpus Christi en Sevilla, que hoy reproducimos. 

Cuando el Corpus era la fiesta grande de SevillaEscrito por Javier Macías Lunes 27 de Mayo de 2013 09:44
El Niño Jesús de Montañés
El Corpus no es hoy, ni siquiera, un reflejo de lo que llegó a ser a nivel popular. Si antes se trataba de una fiesta en la que la gente acudía en masa y que se celebraba en todos los barrios, desde hace décadas vive un proceso de desligamiento de la ciudad, cuya celebración se circunscribe a las calles por las que pasa la procesión y aledañas.
Aunque el Ayuntamiento ha conseguido en los últimos años darle un impulso a las vísperas, hace varios siglos, el Corpus era la fiesta grande de Sevilla. En todas las collaciones de la ciudad se vivían verbenas. “Actualmente existe una decadencia del espíritu festivo”, según indica Vicente Lleó Cañal. 
Este autor, en su libro “Fiesta grande: el Corpus Christi en la Historia de Sevilla”, cuenta que “todavía hoy, cuando el Corpus Christi era un pálido reflejo de lo que fue, cuando la magnífica liturgia elaborada y refinada a lo largo de los siglos ha sido paulatinamente abandonada por desidia y mala conciencia, cuando, en fin, el proceso de desintegración social ha corroído la propia idea de la fiesta clásica como una actividad colectiva donde todo el mundo es a la vez partícipe y espectador; que hoy todavía ese ‘Jueves que reluce más que el Sol’ siga atrayendo a millares de sevillanos, constituye la prueba más fehaciente de que la fiesta grande, por antonomasia, no ha muerto del todo”.
Mientras la Semana Santa quedaba circunscrita a un sector minoritario de la población, la llegada del Corpus transformaba la ciudad. Pero… ¿cómo era aquel Corpus?
Lleó Cañal señala que “desde muy pronto”, la fiesta tuvo dos pilares: el oficial –los cabildos secular y religioso– y el popular, “institucionalizado a través de los gremios y hermandades que concurrían a la procesión con estandartes, efigies de sus santos patronos y pasos alusivos a episodios sagrados, que costeaban las danzas y figuras grotescas y que, finalmente, organizaban en las distintas collaciones las importantísimas y hoy olvidadas fiestas de la octava del Corpus”.
Y es que se conoce que ya en el siglo XVI, los vecinos se admiraban de los “artilugios mecánicos”que se instalaban en muchas plazas de la ciudad. Una crónica de Ariño, de 1596, así lo atestiguaba: “hubo tanto que ver, que para referirlo fuera poco una mano de papel”. Cuenta que “había un arco hecho en la calle de Catalanes de diversas cosas, con muchas fuentes de diversos manjares que puestas las gallinas asadas y rellenas y pavos y copones, pasteles, queso, aceitunas y ensalada, cayó todo el mantenimiento boca abajo, de suerte que estaba todo en el aire, y dentro del arco mucha música”. Una auténtica velá.

La tarasca, el monstruo de siete cabezas
La pasarela más antigua de SevillaSiglo XV. La fiesta del Corpus se confirmaba en Sevilla. Se trataba de una procesión que hacía deespejo de la ciudad, diferenciando autoridades, antigüedades, clases sociales, gustos estéticos y hasta mentalidades. Como indica el historiador Manuel Jesús Roldán, “la más antigua pasarela sevillana”. 
El cortejo presentaba una gran riqueza, con mozos cantores, órganos portátiles, personajes alegóricos vestidos de profetas o incluso “la Roca”, una tarima móvil donde se disponía todo un conjunto teatral en vivo, que representaba autos sacramentales. También había figurantes que representaban a santos, ángeles y evangelistas, y todo ello acompañado con efectos especiales como cohetes, luces o la salida de la luna y el sol.
El Abad Gordillo escribió que era la procesión “más alegre y festiva que se conoce en el Reino”. Porque, a todos esos figurantes y efectos especiales, se le unía la tarasca: un enorme monstruo de siete cabezas en torno al que desfilaban las mojarrillas, una especie de monstruos salvajes que incluso golpeaban al público. Era la forma de representar la huida del demonio y los vicios de lante del Santísimo Sacramento.

Gigantes y cabezudos en el cortejo
El desvirtuamiento de la fiesta popular vino causada tras el Concilio de Trento, cuando se convirtió en ortodoxo lo que era popular y, también, durante el Siglo de las Luces hubo una ‘intransigencia’ para distinguir lo sagrado de lo profano”. Así lo relata Lleó Cañal, que cree que “al cercenar el componente caravalesco, infligían una herida también a su componente sacro, herida de la que aún hoy se resiente”.
De aquella fiesta hoy no queda nada más que el componente religioso, un cortejo tedioso, donde está representada la Sevilla oficial, pero ya no es espejo de la ciudad. Ya no hay multitudes de personas, ni velás en los barrios. ¿Se imaginan, hoy en día, una ciudad transformada, llena de actividades en cada uno de las collaciones, el día del Corpus Christi?

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