lunes, 9 de enero de 2012

San Eulogio de Córdoba

Hoy, 9 de enero, celebramos el día de San Eulogio de Córdoba.

Nacido en el año 800 en el seno de una familia patricia de Córdoba, la cual había gozado de rango senatorial, es considerado el último hispano-romano de la bética. Su nombre le viene en recuerdo de su abuelo, fervoroso cristiano que infundió en su abuelo el rechazo hacia el Islam. 

La Córdoba que le tocó vivir estaba sometida al emirato cordobés, con una población convertida a la nueva fe en un porcentaje muy alto, y a cuya minoría cristiana tan sólo le quedaba el sometimiento a unas leyes y normas (tanto sociales, como relitiosas o fiscales) muy estrictas; tanto es así, que si bien el emir permitía la existencia de obispo en Córdoba, éste era nombrado sólo bajo su consentimiento, lo que convertía al obispo en una figura sin autoridad real. Tampoco se les permitía la evangelización a no cristianos, por lo que el número de seguidores de Eulogio iría menguando poco a poco ante la imposibilidad de acercar el cristianismo a aquellos que no estuvieran ya bautizados.
San Eulogio de Córdoba

Como hombre de fe fue expulsado de Córdoba por el emirato, viajando por el norte de la península y alcanzado el puesto de metropolitano de Toledo (858), desde donde regresó a Córdoba para continuar con su política de martires voluntarios, entendiendo que así se alcanzaría la Gloria. La manera de actuar de dichos mártires consistía en solicitar audiencia ante el emir o algún alto cargo, para gritar las bondades del Cristianismo y arremeter contra el Islam y Mahoma, lo que según las leyes de la época era castigado con la muerte.

Varios concilios celebrados en Córdoba a mediados del S. IX, convocador por el propio emir Abdarramán II, y a los que acudieron obispos del sur de la península, dieron la espalda a Eulogio, prohibiendo a los cristianos buscar el martirio voluntariamente, pues esta actitud estaba creando serias dificultades a la mozarabía. Eulogio no respetó los acuerdos alcanzados en dichos concilios, entendiendo que aquéllos no podían ser convocados por un infiel, por lo que continuó con su lucha personal.

Durante toda su vida estuvo acompañado de Paulo Álvaro, más conocido como Álvaro de Córdoba (no confundir con el Beato Álvaro de Córdoba), quien fue su mejor amigo y compañero, así como su primer biógrafo.
Martirio de San Eulogio de Córdoba
En marzo de 859 fue descubierto intentando ocultar a la joven Leocracia, hija de padres musulmanes, lo que le costó ser juzgado. En su juicio, y dado que él mismo había promulgado el martirio, no se detractó de ninguno de sus actos, siendo condenado a morir decapitado el 11 de marzo de 859. Sus restos, junto a los de Santa Leocracia fueron depositados en la basílica de San Zoilo (Santo Cordobés martirizado en el 330), si bien el diciembre de 859, Alfonso III el Magn solicitó a Mohamed I los restos de ambos santos fueron depositadas en la capilla de Santa Leocadia, en la Catedral de Oviedo, en enero de 884, y posteriormente trasladadas a la Cámara Santa en 1303, donde aún reposan.

Con la muerte de San Eulogio de Córdoba acabaría el movimiento de mártires voluntarios de la mozarabía cordobesa, si bien gracias a él y sus escritos, podemos conocer de primera mano la situación de los mozárabes durante el S. IX, así como su lucha por el mantenimiento del cristianismo.

Hoy en día, Córdoba recuerda a aquel valeroso Santo con una calle (continuación a la Plaza Séneca), pero sobre todo con el nombre de una parroquia, aunque compartido con San Francisco (San Francisco y San Eulogio), nombre heredado de la parroquia desaparecida en 1877 San Nicolás y San Eulogio (San Nicolás de la Axerquía).

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