PRELIMINARES DE LA SALIDA
Crecen por momentos las actividades del hermano. Hay que tenerlo todo previos para la próxima "salida". Se hacen pedidos de cera, se ultima la confección de túnicas, de atributos, de bordados... A todo hay que dar su correspondiente vueltecita. Y estas laboriosas gestiones se ven sorprendidas por la terminación de los cultos. Y el tiempo cuaresmal que avanza, y nos coloca en el pórtico de la semana de Pasión. Aquí empieza, verdaderamente, el calvario el "capillita". no duerme, apenas come; no descansa un solo momento. Si logra conciliar el sueño, le asaltan miles de pesadillas sobre el mismo tema, y despierta sobresaltado, para empalmar el hilo de la tarea. Y así un día y otro. Sus quehaceres habituales no le preocupan. En el taller, en la fábrica o la oficina, sólo alienta en un pensamiento: la cofradía. Los miles de problemas que plantea el próximo desfiles. Y puede decirse que en estos últimos días no sale de la iglesia. La tarea de "montar el paso" le absorbe todo el tiempo. Otra vez los obreros laborando bajo sus órdenes. Carpienteros, electricistas, pintores... Todos trabajan en el montaje. Hay en esta tarea un fervor, un entusiasmo, verdaderamente admirables, que desconocen los que nunca han llegado hasta el seno de las Cofradías, pero que cautiva y encanta al que tiene la dicha de escudriñar estos aspectos íntimos de la Semana Santa.
LOS ÚLTIMOS TOQUES ¡POR FIN EN LA CALLE!
Ya está el "paso" listo. Ahora el desfile. La citación de hermanos, el encasquillado de la cera, el orden de los atributos, la contrata de los costaleros... Todo, todo baila en zarabanda en la imaginación del sufrido cofrade. Y llegó el día: Domingo de Ramos, martes, miércoles, jueves, viernes Santo.
Si el cielo está nublado, nuevas cavilaciones asaltan al hermano: la posibilidad de "no salir" tras el esfuerzo hecho. Si luce el sol, su alma se conforta, se inunda de alegría, de optimismo expansivo e incontenible.
La hora es llegada. El "capillita" al vestirse la túnica y calarse el capirote, es a manera de un autómata. Su cuerpo, desmadejado por tantas y tan opuestas emociones, sobre un aliento sobrenatural. Allá va, apoyado en su vara de mando, pulsando a la opinión, en una muda interrogante; clavando sus ojos escrutadores a través del antifaz, en la gente que se apiña en las aceras de las calles. Va ufano y satisfecho de su obra. Bien vale el esfuerzo de todo un año la satisfacción íntima, inigualable, de estas horas de triunfal desfile...
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