Última entrega del artículo publicado en 1941 y titulado Tribulación y gozo del "capillita".
EL RETORNO, PARA EMPEZAR DE NUEVO
Entre fervorosos bisbiseos de oraciones y "saetas"; entre el acompasado y ronco bordoneo de los tambores y el grito metálico de los clarines, desfila la hermandad. Ha llegado de nuevo al punto de partida. La luz lechosa del amanecer, blanquea el horizonte. Se esfuma en el ambiente la última endecha de honor a la imagen: "¡Ahora!" se oye decir al capataz de los costaleros. Ya un mismo tiempo se alza el "paso" y penetra en la iglesia, en admirable prodigio de precisión, entre un sonido claro de plata y cristal...
Un seco golpe ha cerrado las puertas del tempo. Por el postiguillo van saliendo uno a uno los nazarenos. Van cansados, sudorosos, desmadejados del piadoso peregrinar.
El "capillita", solo en la iglesia, frente a la carita de luna de la Virgen, o frente al rostro, cruzado en sangre, del Redentor, siente algo así como un inexplicable escalofrío. Dos lágrimas emocionadas ruedan por sus mejillas. Musita en silencio una plegaria de gratitud y de amor a su Titular. Y olvidando el cansancio, que aún no le vence, y los trabajos y desvelos procesionales, piensa, o se dice para sí, en una arranque propio de satisfacción y de fe: "¡Ojalá que el año que viene fuera mañana mismo...!"
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