El pasado domingo 17 de noviembre celebramos la festividad de los Santos Mártires San Acisclo y Santa Victoria. Aquellos a los que algún libre pensador (por aquello de saltarse a la torera la historia) bajó al estatus de laicos (pinchar aquí para la indignación). Aquellos a los que algunos otros, saltándose lo escrito en el Deuteronomio 18, 10 -12, y confundiendo la caridad y la limosna con la superstición, metían monedas por debajo del cristal que protege su hornacina buscando con ello tener buena suerte; como si de la fontana de Trevi con su estatua de Neptuno se tratara.
Palmas de martirio de San Acisclo y Santa Victoria, con el reflejo de San Rafael. |
Algún redactor de ABC escribió hace algunos años:
A San Acisclo y a Santa Victoria les faltó procesión que los sacara cada año a la calle. Y a los cordobeses, entre tanto Custodio, Patrona, Señoras y Señores de Córdoba, romerías, santos y devociones miles, se nos ha terminado olvidando que fueron siempre los patronos de la ciudad y hasta su festividad ¿Qué más les da a ellos? Ya están en la Gloria.
San Acislo y Santa Victoria ya están en la Gloria, de eso no hay duda. Aunque nosotros aún debemos ganárnosla, Y ¿qué mejor para ello que hacer lo que rezamos en el Credo, cuando decimos que creemos en la comunión de los Santos? Si es así, no nos olvidemos de ninguno, pero menos aún de los que viven, en cierta manera, entre nosotros.
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