Por la importancia que debió tener esta procesión de rogativa por la epidemia de landres, vemos conveniente no cortar el Paseo, que si bien es algo extenso, a buen seguro resultará de nuestro entero interés.
En el barrio de la Magdalena referimos los horribles estragos que hizo en Córdoba la gran epidemia de landres o carbunclos que se padeció en los años 1649 y 50, y que establecidos hospitales a las afueras de la Puerta Nueva, todos acudían con limosnas, al par de las rogativas de todas clases, por la salud de la ciudad. Pues bien, ésta, de acuerdo con la cofradía de Jesús Nazareno, determinaron llevar tan venerada imagen en procesión para ver si por este medio se apiadaba de los afligidos cordobeses.
Era hermano mayor el veinticuatro don José de Valdecañas y Herrera, quien hizo fijar unas convocatorias diciendo que ambas corporaciones tenían decidido que el viernes 18 de febrero de aquel año, 1650, saldría Su Divina Majestad, la que convidaba a asistir a todo el pueblo, habiendo confesado y comulgado, para que fuese cada uno con su cruz, disciplina o cera, ofreciendo todos no jurar su santo nombre en vano, a cuyo efecto se publicaba la pragmática de los juramentos. Además, se hizo a voz de pregón, que se repitió el expresado viernes, acompañado de instrumentos, según costumbre en aquella época, y en todos los puntos más concurridos de la ciudad se situaron los jesuitas, predicando contra el feo vicio de jurar.
Grande fue la concurrencia que aquella mañana acudió a todos los templos a confesar y comulgar, más que si hubiera sido Jueves Santo, y el señor obispo dispuso que en todas se tocase rogativa y manifestase al Santísimo, comprendiendo esta orden hasta los conventos de la sierra.
A la una del día principió a salir la procesión con asistencia de la Ciudad, que presidía el señor don Esteban Cervantes y todos los veinticuatros, algunos llevando el pendón, que era de damasco morado con borlas de oro; tras éste iba la cruz parroquial de San Lorenzo, que ocupaba el primer lugar, a la que seguían 1.786 hachas de cera, además de las velas que llevaban niños y mujeres, cerrando la procesión las andas con Jesús Nazareno, seguido de un hermoso palio, también de damasco morado y guarnecido con puntas de oro; a los lados la Universidad de señores beneficiados que voluntariamente se presentó con cera, así como todas las comunidades religiosas, que entonces eran muchas y numerosas, y detrás cerca de 700 personas descalzas con cruces en sus hombros, o aspados con barras de hierro o espadas.
Salieron por el lado de San Agustín, cuya comunidad los esperaba delante de su convento, con su capilla de música; volvieron a las calles de Ocaña, Lodo y Realejo a San Andrés, donde estaba el clero de la misma con cruz y capa y la imagen de San Roque, a quien asistía su hermandad. Siguieron por la calle de San Pabloo, y en la puerta que dicen del Hierro estaban los frailes, que tomaron las andas de Jesús, llevándolo hasta la esquina de la Espartería. Lo mismo hicieron los de San Francisco en lo alto de la calle de la Feria, hoy San Fernando, dejándolo en la Cruz del Rastro.
Continuaron por la Carrera del Puente, entrando por la Alcaicería, entonces expedita. Llegaron a la puerta de Santa Catalina, donde los esperaba todo el Cabildo con su música, pasó por el coro y la capilla de Nuestra Señora de Villaviciosa y salió por la puerta del Deán a dar la vuelta por el palacio del obispo, debiendo advertir que al llegar aquí la cruz aún no había salido la imagen de su iglesia.
Continuó por la Carrera del Puente, Potro, a San Pedro, donde también le esperaba el clero. Siguió a la Puerta Nueva, por la que salió ya de noche; allí esperaban todos los frailes de San Juan de Dios, con su imagen, la que inclinaron en ademán de besarle los pies, y tomando a Jesús los señores beneficiados y demás clero, fue visitando los edificios que constituían el hospital, presentando aquel campo una vista muy sorprendente, toda vez que, haciendo allí parada, se vieron reunidas todas las luces que llevó durante la carrera.
Concluida su visita entró por la citada puerta y calle del Pozo, haciendo una parada en la plaza de la Magdalena, mientras las monjas de Santa Inés le cantaron el Miserere desde su mirador. Siguió por las calles de los Muñices y Realejo, pasó por la iglesia de Santa María de Gracia, donde le volvieron a cantar, y desde allí continuó a su casa por el Buen Suceso, a entrar otra vez por San Agustín, cerca de las nueve de la noche.
En muchas otras ocasiones ha salido en procesión esta venerada imagen, acompañada de las de la Virgen, la Magdalena, San Juan y la Verónica, pero nunca con el lujo y concurrencia como en la que hemos referido.
San Juan, propiedad de la Hermandad de Jesús Nazareno.
Fuente: www.hermandadesdecordoba.com
Tiempos en los que se le pedía a Dios nos guardara de epidemias y otros males. Ahora parece que le damos la espalda, así nos va.
ResponderEliminarAunque actualmente tan sólo salen las imágenes de Jesús Nazareno y su Amantísima Madre, hasta hace relativamente poco la hermandad sacaba a San Juan sobre unas parihuelas.
ResponderEliminarLástima que ya no lo haga
La verdad David que es una verdadera lástima que no procesione esta imagen. Esperemos que pronto la veamos en la calle.
ResponderEliminarPrecioso articulo donde se nos deja ver la enorme participacion del pueblo, en nuestros tiempos es impensable que la cruz de guia este en la Santa Iglesia Catedral y que el paso se encuentre en la Iglesia debido al cortejo.