-¿Su código postal, por favor?
¿Mi código postal...? la verdad es que esperaba que me pidiera la identificación para pagar con tarjeta de crédito, o incluso que me entregara un folleto para expresar mi opinión o satisfacción con el maravilloso día invertido dentro de aquel mega centro del TENTE King Size... pero lo que no me esperaba es que me pidiera el código postal.
Sin embargo, mi señora esposa que es infinitamente más inteligente que yo, me hizo ver que lo que pretendía la curiosa cajera no era sino establecer un mapa de clientes, según el código postal, para decidir el mejor emplazamiento de futuros establecimientos de la marca.
Qué cosas...
Pues bien, precisamente ayer, cuando leía la prensa local y más concretamente una noticia sobre el posible regreso de Nuestra Señora de las Angustias a San Agustín, me acordé de este episodio cuando leí una promesa que le hacía un vecino de San Agustín llamado por ejemplo Rafael (¿cómo si no?) a la Virgen: "si vuelves a ser nuestra, vecina me hago hermano".
No es la primera vez que escucho alguna declaración así y lo cierto es que este tipo de declaraciones, lejos de alegrarnos, debieran ponernos alerta sobre el tipo de cofrades que somos los cordobeses. Tal vez nuestro vecino Rafael acuda religiosamente a los cultos de la obra póstuma de Juan de Mesa en San Pablo. Muy seguramente no falte a ningún Besapiés del Señor, y casi con total seguridad se le salten las lágrimas cada Jueves Santo cuando las saetas rompan el silencio en la plaza de San Agustín al paso del grupo escultórico... pero sin embargo, su falta de compromiso real con la hermandad obliga a ésta a sacar una cuota extraordinaria para poder hacer frente a todos los gastos que se le avecinan con el cambio de sede.
Es como si, en lugar de ir a comprar a IKEA, yo hubiese llamado al centro comercial y hubiera dicho: "Sí, mire, soy del código postal X, y sólo llamo para decirles que si ponen un centro en mi ciudad, prometo ir a comprar allí la estantería de los niños".
Desde luego que la Virgen de las Angustias no se merece hijos que negocien con las promesas como si de una mercader se tratase. El amor por unos Titulares hace que hermandades de centro tengan hermanos en los barrios más periféricos e incluso fuera de la ciudad, y viceversa. El amor por los Titulares sobrepasa los límites de las antiguas collaciones y tan sólo sabe de la irracionalidad que implica el saberse protegido y amparado cuando se está cerca de ellos; estén físicamente donde estén.
Tal vez con esta promesa pública que ha hecho nuestro vecino Rafael (por cierto, ¿las promesas no eran secretas?) lo que estaba es dándole a la hermandad motivos para "poner su nueva sede" en San Agustín, no vaya a ser que se haga recuento de hermanos y futuros hermanos y se compruebe que la mayoría de ellos reside (cosas del progreso) en los barrios residenciales, y sea precisamente allí donde se la lleven (por ejemplo haciendo una encuesta sobre los códigos postales...).
Rafael (y Rafaela), hágse hermano de su hermandad. Pague sus cuotas. Colabore con la conservación de sus imágenes y la obra social que bajo ellas se desarrolla. Salga de nazareno, costalero o penitente, pague su papeleta de sitio, llévele flores a su altar cada vez que pase por la puerta de la iglesia, regale estampitas a sus familiares y amigos para que empiecen a querer a la Virgen de las Angustias como usted la quiere... y sobre todo no se preocupe de donde duerma la Virgen, porque ella, como buena Madre que es, duerme cada noche muy cerca de sus hijos, estén donde estén.
David S. Pinto Sáez
Llevas toda la razon David.
ResponderEliminarYo tambien he odio a varias personas formular el mismo comentario.
Y Dios está en cada espectáculo que nos ofrece la naturaleza. Incluso ver amanecer desde el Océano Índico
ResponderEliminarAlguna foto ilustraría el blog maravillosamente...
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