El 29 de junio de 1236, festividad de San Pedro y San Pablo, Fernando III entró en Córdoba en el marco de la Reconquista, bajo la advocación de la Virgen de Linares (imagen que se venera en el santuario del mismo nombre).
Con la firma de la rendición, se acordó que todos los musulmanes debían abandonar la ciudad con todos los enseres que pudiesen transportar, como así sucedió. Parte de las antiguas fincas romanas fueron repartidas entre los nobles que colaboraron en la toma de la ciudad, procedentes de Burgos, León, Navarra, Talavera y Toledo.
Durante el reinado de Fernando III el Santo, comenzó la construcción de nuevas iglesias (algunas de ellas sobre antiguas iglesias destruidas por los musulmanes), hasta alcanzar el número de catorce, las actualmente conocidas como iglesias fernandinas. Siete de estas iglesias estaban localizadas en la villa y otras siete en la Ajerquía.
Las iglesias fernandinas se caracterizan por su transición del románico monacal, al gótico castellanizado, y en las mismas se pueden apreciar una sólida fábrica, artesonados mudéjares y arcos de nervadura en ojiva. La ciudad se dividió en 14 collaciones (barrios), de acuerdo al Fuero de Córdoba, otorgado en 1241 y coincidentes con esas 14 iglesias.
De éstas permanecen hoy en día las iglesias de la Magdalena, San Lorenzo, San Pablo de Córdoba, San Pedro de Alcántara, San Francisco y San Eulogio de la Ajerquía, Santiago, San Andrés, San Nicolás de la Villa, San Miguel, San Agustín y la capilla de San Bartolomé. Así mismo, junto al obismo de Osma, consagró la antigua mezquita a la Asunción y ordenó la construcción de la capilla de Villaviciosa en 1257 en la mezquita-catedral.
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