domingo, 10 de junio de 2012

A don Rafael Sáez Gallegos, capataz de la Custodia de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba


A Rafael Sáez, Capataz de la Custodia de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba.

De entre todas las bondades que se le pueden atribuir, su capacidad para no equivocarse es, tal vez, la mayor de todas ellas. Tanto es así, que aún cuando pretendamos  contradecirle, el tiempo, dicen, lo pone siempre todo en su lugar. El tiempo. Aquel del que se comenta que todo lo cura y al que si dejamos actuar, volveremos irremediablemente una y otra vez a consultar.

Por ello, aquello que el tiempo nos ofrece desde más allá de nuestro propio recuerdo, aquello que cruzó por la crítica siempre despiadada de sus contemporáneos, que sobrevivió el recelo de los innovadores o que simplemente se sobrepuso a los virulentos vaivenes de la moda, invariablemente nos dispensa una manera perenne de avanzar; un seguro de vida contra la incertidumbre de lo desconocido. Aquello que sirvió por siempre, por siempre servirá.

Hoy en día sería impensable concebir una procesión con el Santísimo sin el acompañamiento de la Custodia de Arfe; La Vieja. Aquella que suscitó dudas por su elevado coste y mayor ostentación, rompiendo adicionalmente con la tradición de portar al Santísimo en custodias del tipo “Sol”. Aquella que sacó los colores a los orfebres cordobeses por ser labrada por un jovencísimo alemán; precisamente en la tierra de la filigrana de plata y del tan afamado cordobán.

Sin embargo, a nadie se le ocurriría llevar la contraria a un tiempo que, antes de habernos dado cuenta, nos convenció de que Arfe sería parte de Córdoba como lo es su Custodia o su mezquita, Catedral. Aquel efímero y eterno cordobés que le dio la razón al tiempo, al concebir para Córdoba uno de nuestros mayores tesoros, que no por móvil ni por pequeño, amén de sus más de dos metros y medio, deja de ser cada año por el Corpus, el mayor y más valioso de nuestros templos.

Rafael Sáez Gallegos, capataz de la Custodia de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba

El mismo tiempo que desde mediados del siglo pasado puso a un joven Rafael como su escolta, cada mañana, tarde o novena de Corpus, bajo la protección a su vez de Nuestro Señor Jesucristo Sacramentado. En un principio portándola con sus hermanos, para posteriormente y sólo a la muerte de su padre, comenzar él mismo a mandarla.

Hace ya más de 60 años que el tiempo os unió, aquél que dicen que nunca se equivoca, pero que hoy, por primera vez, del Santísimo y su Custodia, Rafael, te separó.

El cansancio de tantos años ha hecho que éste que ahora vivimos ya no puedas acompañarlo. Y por primera vez, desde que recuerda el tiempo, tendrás que conformarte con escuchar las campanas desde tu hogar repicando a su paso y esperando a que cuando la procesión acabe, yo regrese para contártelo. Sin embargo ten por seguro que cuando yo alce la voz y diga por primera vez: “De frente viene”, serás tú, su viejo capataz, quien una vez más a Jesús Sacramentado estés llamando. Porque así lo quiso el tiempo durante largos años. Y porque, abuelo, así es como tú, durante tanto tiempo, me lo has enseñado.

David S. Pinto Sáez

2 comentarios:

  1. El tiempo, justo juez, ha dictado sentencia y pone a cada uno en su sitio.

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  2. David, seguro que este año lo ha tenido más cerca que nunca.
    Enhorabuena a toda la familia tan cofrade y tan amante de las tradiciones cordobesas.
    Con cariño y respeto
    PPV

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