miércoles, 3 de octubre de 2012

Historia del Santo Rosario II


DE CÓMO NACIÓ LA ADVOCACIÓN

DE ROSARIO A LA VIRGEN 

Las apariciones de la Virgen a Santo Domingo,
al Beato Alan de la Roche y sus promesas


La Virgen entrega el Rosario a Santo Domingo
Obra de Ignacio Ruiz de la Iglesia (1689)
Parroquia de Santa Rosa de Lima
Venta de Baños (Palencia)
Como vimos en el artículo anterior, el origen del rezo del Santo Rosario tal y como lo conocemos hoy día, pudiera provenir de un manuscrito con un Rosario meditado recitado por los monjas cistercienses de Santo Tomás de Kyll alrededor del año 1300, 79 años después de que muriera Santo Domingo de Guzmán a quien la tradición popular atribuye ésta invención.

A pesar de estos datos, existen relatos interesantes que pertenecen a la tradición de la Iglesia que han pasado de generación en generación para enseñarnos cómo Dios se vale de diferentes medios para hacer que crezca en los hombres el fervor y como consecuencia, el deseo de hacer siempre su voluntad. A cerca del Rosario, se cuenta la siguiente historia.




En los tiempos del Padre Domingo de Guzmán se vivía un importante conflicto de orden religioso: los protagonistas eran un grupo herético llamado "albigenses" (originarios de Albi, al sur de Francia); pretendían difundir una doctrina que afirmaba que existían dos dioses: uno del bien y otro del mal. El dios bueno fue quien creó todo lo espiritual, mientras que el dios malo fue quien creó todo lo material. En consecuencia, para los albigenses todo lo material era malo, incluyendo el cuerpo. Esto significaba que Jesús, al hacerse hombre y tener un cuerpo, no podía ser bueno y por consiguiente no podía ser Dios. Además, los albigenses también negaban los sacramentos y la verdad de que María es la Madre de Dios; se rehusaban a reconocer al Papa y establecieron sus propias normas y creencias. En esos tiempos (siglo XII), los problemas trataban de solucionarse por medio de la guerra, pues se pretendía obligar a todos a pensar de determinada manera, los cristianos para defender su fe, participaban en ella, eran las batallas conocidas como "cruzadas".


El Beato Alan de la Roche († 1475) en su famoso libro De dignitate psalterii nos relata lo siguiente:

"Viendo Santo Domingo que los crímenes de los hombres obstaculizaban la conversión de los albigenses, entró en un bosque y pasó en él tres días y tres noches en continua oración y penitencia. Un día, se le apareció la Santísima Virgen acompañada de tres princesas del cielo y le dijo:

- ¿Sabes tú, mi querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima Trinidad para reformar el mundo?
- Oh, Señora — respondió él — vos lo sabéis mejor que yo, porque después de vuestro Hijo Jesucristo fuisteis el principal instrumento de nuestra salvación.

Ella añadió:
- Pues sabes que la pieza principal de la batalla ha sido la salutación angélica, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Por tanto si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, reza mi salterio.

La Virgen reveló:
- Sólo si la gente considera la vida, muerte y gloria de mi Hijo, unidas a la recitación del Avemaría, los enemigos podrán ser destruidos. Es el medio más poderoso para destruir la herejía, los vicios, motivar a la virtud, implorar la misericordia divina y alcanzar protección. Los fieles obtendrán muchas ganancias y encontrarán en mí a alguien siempre dispuesta y lista para ayudarles.

El Santo se levantó muy consolado y abrazado de celo por el bien de estos pueblos, entró en la Catedral y en ese momento sonaron las campanas (por intervención de los ángeles) para reunir a los habitantes. Al principio de la predicación se levantó una espantosa tormenta, la tierra tembló, el sol se nubló y los repetidos truenos y relámpagos hicieron estremecer y palidecer a los oyentes. El terror de éstos aumentó cuando vieron que una imagen de la Santísima Virgen, expuesta en un lugar prominente, levantaba por tres veces los brazos al cielo para pedir a Dios venganza contra ellos si no se convertían y recurrían a la protección de la Santa Madre de Dios. Quería el cielo con estos prodigios promover esta nueva devoción del santo rosario y hacer que se la conociera más. La tormenta cesó al fin por las oraciones de Santo Domingo. Continúo su discurso y explicó con tanto fervor y entusiasmo la excelencia del Santo Rosario, que casi todos los moradores de Tolosa le abrazaron, renunciando a sus errores, viéndose en poco tiempo, un gran cambio en la vida y costumbres de la ciudad".


El Beato Alan de la Roche recibiendo las
promesas de la Santísima Virgen
Un creciente número de hombres se unió a la obra apostólica de Domingo y, con la aprobación del Santo Padre, Domingo formó la Orden de Predicadores (mas conocidos como Dominicos). Con gran celo predicaban, enseñaban y los frutos de conversión crecían. A medida que la orden crecía, se extendieron a diferentes países como misioneros para la gloria de Dios y de la Virgen. El rosario se mantuvo como la oración predilecta durante casi dos siglos.

Cuando la devoción empezó a disminuir, la Virgen se apareció a Alan de la Roche y le dijo que reviviera dicha devoción. La Virgen le dijo también que se necesitarían volúmenes inmensos para registrar todos los milagros logrados por medio del rosario y reiteró las promesas dadas a Sto. Domingo referentes al rosario.

Promesas de Nuestra Señora, Reina del Rosario, tomadas de los escritos del Beato Alan:

1. Quien rece constantemente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.
2. Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.
3. El Rosario es el escudo contra el infierno, destruye el vicio, libra de los pecados y abate las herejías.
4. El Rosario hace germinar las virtudes para que las almas consigan la misericordia divina. Sustituye en el corazón de los hombres el amor del mundo con el amor de Dios y los eleva a desear las cosas celestiales y eternas.
5. El alma que se me encomiende por el Rosario no perecerá.
6. El que con devoción rece mi Rosario, considerando sus sagrados misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá de muerte desgraciada, se convertirá si es pecador, perseverará en gracia si es justo y, en todo caso será admitido a la vida eterna.
7. Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Sacramentos.
8. Todos los que rezan mi Rosario tendrán en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia y serán partícipes de los méritos bienaventurados.
9. Libraré bien pronto del Purgatorio a las almas devotas a mi Rosario.
10. Los hijos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular.
11. Todo cuanto se pida por medio del Rosario se alcanzará prontamente.
12. Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.
13. He solicitado a mi Hijo la gracia de que todos los cofrades y devotos tengan en vida y en muerte como hermanos a todos los bienaventurados de la corte celestial.
14. Los que rezan Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.
15. La devoción al Santo rosario es una señal manifiesta de predestinación de gloria.

Dice San Luis Grignion de Montfort que desde cuando el Beato Alan de la Roche restauró esta devoción, la voz del pueblo, que es la voz de Dios, la llamó Rosario. A partir de entonces y con el correr de los años nació la advocación de Nuestra Señora del Rosario tan difundida y propagada en todo el mundo por los Padres Dominicos.


Fuentes:
• "El Santo Rosario" - rosario.org
• "El Santo Rosario y Nuestra Señora del Rosario" - idyanunciad.net
• "De dignitate psalterii" - Beato Alan de la Roche
• "La Virgen entrega el Rosario a Santo Domingo" - dominicos.org (iconografía)

2 comentarios:

  1. Dice la historia, y cuenta este relato, que cuando Santo Domingo de Guzmán entró en la Catedral tras su encuentro con la Virgen, sonaron las campanas sin que nadie hiciera nada por ello.

    Curiosamente, cuando falleció el Beato Álvaro de Córdoba O.P., fueron tantos los que asistieron a su entierro que nadie se acordó de tocar las campanas, las cuales sonaron solas por mediación de unos ángeles bajados del cielo.

    Y curiosamente, en una de las últimas exaltaciones al Beato Álvaro de Córdoba (en Córdoba San Álvaro), justo cuando se recordaba este pasaje, sonaron las campanas de Santo Domingo... seguramente ya no por la acción de algún ángel, pero imposible que hacerlo coincidir con tanta exactitud... Qué casualidad, ¿no?

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  2. Fuimos testigos de ello.

    Pero según el dicho que se ha cundido entre los devotos de Jesús del calvario, "las casualidades no existen".

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