jueves, 4 de octubre de 2012

Historia del Santo Rosario III

PROPAGACIÓN DEL SANTO ROSARIO POR EUROPA Y
SU INSTITUCIÓN FORMAL COMO FIESTA

La Virgen del Rosario vencedora de las batallas


Virgen del Rosario, S. Pío V y Santo Domingo
Obra de Felice Torelli
Iglesia del Sufragio, Fano (Italia)
No es éste el lugar de discutir una cuestión histórica. Como suele suceder en estas ocasiones, hay un desenfoque inicial en la actitud de los críticos: una idea, una institución, una devoción, no nacen nunca enteramente hechas. Que Santo Domingo de Guzmán concibió su apostolado y el de sus hijos con un matiz eminentemente mariano, no hay quien lo discuta. Que ya en los primeros tiempos de la Orden dominicana encontramos la recitación frecuente del Avemaría, utilizando incluso cuerdas con nudos, también parece cierto. Recuérdese el ejemplo de Romeo de Livia, O. P. (t 1261); el de Delfín Humberto, O. P. (t 1356); el de la Beata Margarita Ebner, O. P. (t 1351); el de Juan Taulero, O. P. (t 1361), y otros muchos personajes eminentes de la Orden de Predicadores en los que encontramos elementos que luego han de servir para dar la estructuración definitiva al rosario. Esto sólo puede explicarse, o al menos se explica muy fácilmente, teniendo presente una tradición que arrancara del fundador y perseverase dentro de la Orden.



A base de estos elementos comienza la devoción del rosario a extenderse en el siglo XV por obra principalmente de dos in signes dominicos: Alano de Rupe, forma latinizante de su apellido de la Roche, y Santiago Sprenger. El primero prefería la fórmula "salterio de la Virgen" más que la de rosario, que le parecía un tanto paganizante, y trabajó no poco en los Países Bajos por extenderlo en 1460. Sprenger no sólo consiguió difundir grandemente el rosario por Alemania y los países del centro de Europa, sino que escribió un folleto de propaganda y consiguió la primera aprobación por parte de la autoridad apostólica, otorgada por el Papa Sixto IV el 10 de marzo de 1476. No fue ésta sola la aprobación que obtuvo, sino que antes de morir logró nuevos documentos pontificios y la confirmación de todo lo actuado por parte del maestro general de la Orden. Por eso, aunque algunas veces no se valore suficientemente su influencia en la difusión del rosario, es necesario tenerle por uno de los más destacados artífices de la difusión de la misma.

San Pío V
y San Ignacio de Loyola
Ya desde entonces puede decirse que la marcha del rosario por todo el mundo es verdaderamente triunfal. Pronto salta de los países de la Europa central a los países latinos, y las concesiones papales se encuentran ya en abundancia. En España mismo vemos cómo el cardenal Gil de Viterbo, legado para España y Portugal, después de definir el rosario en su forma actual, concede gracias en 1519 a la cofradía que se había fundado en Tudela. En Vitoria, en el convento de Santo Domingo, había una capilla y altar bajo la advocación del rosario, a la que Adriano VI concede amplias indulgencias el 1 de abril de 1523, confirmadas luego por Clemente VII y dos veces por Paulo III. Algo parecido se encuentra ya por todas partes, no sólo en Europa, sino también en América, a la que la devoción del rosario es llevada por los dominicos. No debemos pensar en el rosario como una devoción exclusivamente dominicana: San Ignacio de Loyola, por ejemplo, y los primeros jesuitas fueron extraordinariamente afectos a ella.

Los papas continuaron alabando esta devoción y cargándola de indulgencias. Pero quien verdaderamente aparece como eminente en la historia del rosario es San Pío V. En la época de este Papa Dominico (1566 -1572), los musulmanes controlaban el Mar Mediterráneo y preparaban la invasión de la Europa cristiana. Los reyes católicos de Europa estaban divididos y parecían no darse cuenta del peligro inminente. El Papa pidió ayuda pero se le hizo poco caso. Tras algunos actos de carácter más bien particular, el día 17 de septiembre de 1569 daba la solemne Bula Consueverunt Romani Pontífices, en la que no sólo definía ya con precisión el rosario, sino que además resumía y ampliaba todos los privilegios e indulgencias unidos a esta devoción. Como veremos más adelante, durante todo su pontificado continúa trabajando por la difusión del rosario.


LA VIRGEN DEL ROSARIO VENCEDORA DE LAS BATALLAS

La batalla de Lepanto.-

La Batalla de Lepanto obra de Paolo Veronese
Galería de la Academia de Venecia (Italia)
El 7 de octubre de 1571 se encontraron las flotas de musulmanes y cristianos en el Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto. La flota cristiana, compuesta de soldados de los Estados Papales, de Venecia, Génova y España y comandada por Don Juan de Austria entró en batalla contra un enemigo muy superior en tamaño. Se jugaba el todo por el todo y antes del ataque, las tropas cristianas rezaron el Santo Rosario con devoción. La batalla de Lepanto duró hasta altas horas de la tarde pero, al final, los cristianos resultaron victoriosos. Los Turcos fueron derrocados, la mayoría de las embarcaciones hundidas y una tormenta completó la destrucción de los turcos. El poder de los turcos en el mar se había disuelto para siempre.

En Roma, el Papa se hallaba rezando el Rosario mientras se lograba la milagrosa victoria para los cristianos. Entonces salió de su capilla, se asomó a la ventana, miró hacia el cielo y, guiado por una aparente inspiración, anunció a todos los presentes con mucha calma, que la Santísima Virgen había otorgado la victoria, y dijo a sus Cardenales: "Dediquémonos a darle gracias a Dios y a la Virgen Santísima, porque hemos conseguido la victoria". Ordena el toque de campanas y una procesión.

Semanas mas tarde llegó el mensaje, desde el lejano Golfo de Corinto, de la victoria por parte de Don Juan de Austria, quién desde un principio le atribuyó el triunfo de su flota a la poderosa intercesión de Nuestra Señora del Rosario. El Papa Pío V felicitó a los ejércitos vencedores diciéndoles: "No fueron las tropas. No fueron las armas. No fueron los jefes. Fue la intercesión de la Santísima Virgen María, la Madre de Dios la que nos consiguió la victoria al rezarle nosotros el Rosario".


Institución formal de la fiesta.-

El 5 de marzo de 1572 agradecido con Nuestra Madre, el Papa Pío V da la Bula Salvatoris Domini, en la que, recordando la victoria obtenida en Lepanto, instituye el 7 de octubre como la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias y permite a la Cofradía del Rosario de Martorell (Barcelona) que ese día celebren todos los años una fiesta bajo la advocación de la Virgen del Rosario, según lo había pedido don Luis de Requeséns, señor de Martorell, que había estado presente en Lepanto. Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de Octubre, día en que se había ganado la batalla. El propio Gregorio XIII, extiende la fiesta del Rosario a todas las iglesias y capillas en que estuviera erigida una cofradía.

San Pío V, Papa
Retablo pintado para conmemorar la victoria en
la batalla naval de Lepanto
Muestra a Ntra. Sra. del Rosario entre Santo
Domingo y Santa Catalina de Siena, venerada por el
Cardenal Bonelli, el Papa Pío V,  Felipe II y Doge Mocenigo
Obra de Grazio Cossali (1597) Iglesia de la Santa Cruz
Bosco Marengo (Italia)

No parece que pueda decirse, como apuntan muchos estudiosos, que fuera San Pío V el que insertó en las letanías la invocación «Auxilium christianorum», para implorar la misericordia de Dios sobre su Iglesia y todos los fieles, y agradecerle su protección e innumerables beneficios, en modo especial, por haber librado a la Cristiandad de las armas de los turcos en la victoria de Lepanto, sino que tal invocación debió de tener origen en sus tiempos en Loreto mismo, por donde pasaron no pocos de los que habían participado en la batalla de Lepanto. Sí podemos decir que este Pontífice fue propagador del título de Auxiliadora y más tarde, un sacerdote llamado San Juan Bosco, sería el propagandista de la devoción a María Auxiliadora.

Desde que el Papa Pío V recomienda a todo el mundo el rezo del Rosario, recordando que con esta oración se han obtenido grandes triunfos en la guerra contra los infieles, y que esta devoción ha demostrado tener gran eficacia para detener las herejías y conseguir conversiones, y que toda persona fervorosa lo debe rezar frecuentemente, la costumbre de rezar el Rosario se vuelve popularísima en todas las naciones y su popularidad va aumentando año tras año.


La batalla de Viena.-

En el siglo siguiente, los turcos seguían siendo poderosos en tierra e invadieron a Europa desde el Este y, después de tomar enormes territorios, sitiaron a Viena, capital de Austria. Una vez mas, las tropas enemigas eran muy superiores. Si conquistaban la ciudad toda Europa se hacia muy vulnerable. El emperador puso su esperanza en Nuestra Señora del Rosario. Hubo gran lucha y derramamiento de sangre y la ciudad parecía perdida. El alivio llegó el día de la fiesta del Santo Nombre de María, 12 de septiembre de 1683, cuando el rey de Polonia, conduciendo un ejército de rescate, derrotó a los turcos.


La batalla de Temesvar.-

El 5 de agosto de 1716, que en aquel entonces era la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves, el Príncipe Eugenio de Saboya derrotó en Temesvar, en la Rumania moderna, a un ejército turco dos veces más grande que el suyo. El Papa Clemente XI atribuyó esta victoria a la devoción manifestada a Nuestra Señora del Rosario. En acción de gracias, extendió la solemnidad a la Iglesia universal, unida al primer domingo de octubre. Sólo en 1913, Pío X, como consecuencia de la reforma litúrgica que quiso descargar de fiestas los domingos, fija en el calendario de la Iglesia universal esta fiesta en el 7 de octubre, conservando la Orden dominicana el privilegio de celebrar la fiesta el mismo primer domingo de octubre.


Fuentes:
• "Nuestra Señora del Rosario" - Lamberto Echevarría - mileschristi.blogspot.com.es
• "El Santo Rosario" - rosario.org

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