Durante muchas noches, estando Andrés de las Roelas en su habitación, se le apareció un gallardo joven de blancas vestiduras que le hacía revelaciones sobre los santos mártires. Él las escuchaba con reserva, y por último, en la noche del 7 de mayo de 1578, le juró por Jesucristo que era el guarda y custodia de esta ciudad. Consultó entonces el caso con dos venerables padres de la Compañía de Jesús, con el provisor y demás personas doctas, y todos convinieron en la verdad de sus palabras.
El lector que quiera saber minuciosamente estas apariciones puede registrar las Revelaciones del Padre Roelas, que originales hemos visto en la parroquia de San Pedro y están insertas en la Palestra Sagrada, de Feria, y en otra obra titulada El Arcángel San Rafael, particular Custodio y amparo de la ciudad de Córdoba, que escribió el licenciado Pedro Díaz de Rivas en esta ciudad en 1650, y de la cual se han hecho varias ediciones.
Con esta justísima razón se aumentó considerablemente la devoción a San Rafael, en la escultura que lo representa y estaba en San Pedro desde su primera aparición a fray Simón de Sousa en el convento de la Merced.
Si bien es cierto que en ningún momento nos hemos atrevido a contradecir a don Teodomiro, no es menos cierto que el resumen que hace de este pasaje se nos antoja algo exiguo, e incluso falto de un nexo común entre ambas partes de la historia.
Grabado de San Rafael. S XVIII. Del escrito de Juan del Pino sobre las "Apariciones que tuvo el venerable presbítero Andrés de las Roelas".
Andrés de las Roelas era vecino de nuestro querido Barrio de San Lorenzo, y contaba con 52 años cuando en octubre de 1577, por una enfermedad grave tuvieron que someterlo hasta a 17 sangrías. Viéndose cercano a la muerte tuvo a bien rezar a las reliquias recién encontradas en San Pedro (1575), devoción que sus padres le inculcaron incluso antes del hallazgo, diciéndole que rezara hacia la torre de San Pedro, siempre que pasara por aquel lugar.
El Presbítero les rezaba a los Santos Mártires para que fueran intercesores ante Dios, y por cinco veces, en distintas noches, sin que llegara a ver persona o visión alguna, oyó que le decían: "Salte al campo y tendrás salud".
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