Siguiendo con los paseos por los alrededores del Hospital de Jesús Nazareno, repasaremos a la propia Cofradía, la cual era vista a finales del S. XIX de la siguiente forma:
La cofradía de Jesús Nazareno, aunque es independiente del hospital, se reservó siempre el uso de la iglesia, cuyo culto ha sostenido con más o menos fervor según el número de sus cofrades, a veces insignificantes, llegando casi a extinguirse. En sus mejores tiempos costeó las muchas alhajas que cuenta, entre ellas dos hermosas andas de plata para Jesús y la Virgen.
En estos últimos años se reorganizó y redactó nuevos estatutos, que le fueron aprobados por la reina doña Isabel II en 10 de diciembre de 1857. En ellos se marcan las obligaciones de todos los cofrades, ya ejerzan o no cargos, se fija la cuota de veinte reales de entrada y diez mensuales, se ofrece la aplicación de setenta misas a cada hermano que fallezca, se marca el uso de túnicas y escudos iguales en las procesiones, y otros pormenores que no son de este lugar.
Para ser admitido es preciso estar enlazado con alguna de las ramas de los fundadores de la cofradía; éstos fueron los siguientes: marqueses de la Puebla de los Infantes, Villa-Caños, Vega de Armijo, Villaseca, Guadalcázar y Benamejí, condes de Villanueva de Cárdenas, Torres Cabrera, Gavia la Grande, Villamanrique y Hornachuelos, vizconde de Sancho Miranda y señores Hoces, Mesía de la Cerda, Aguayo y Manrique, Argote, Valdecañas y Herrera, Gutiérrez de Torreblanca, Guzmán, Góngora y Armenta, Manuel, Valdivia y Díaz de Morales. Estas familias han constituido siempre la cofradía, y por cierto que esta predilección no la creemos muy en armonía con la que Jesús formó con sus apóstoles. Dichos estatutos fueron impresos en Córdoba, en casa de don Fausto García, en 1839.
También hemos visto un sumario de gracias concedidas a los hermanos y bienhechores de los enfermos del hospital de Jesús Nazareno de Córdoba, impreso en Madrid, 1818, por la viuda de Marcos López.
Es bastante curiosa la opinión de don Teodomiro a cerca de la Cofradía de Jesús Nazareno, así como el dato que nos ofrece sobre el número de hermanos y la situación cercana a la desaparición. Seguramente, en las propias reglas de la Cofradía se encontraba el origen de este mal, pues desde siempre se trató de una hermandad cerrada al pueblo en general, siendo necesaria la pertenencia a ciertas familias para poder ingresar en la corporación nazarena.
En el siguiente paseo haremos un repaso por algunas de las novedades que en tiempos de Ramínez de Arellano, se publicó en prensa local sobre esta corporación.
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