Como se explicaba en el paseo de ayer, el Presbítero recibió la "orden" de salir al campo para tener salud. Así y aún cuando se encontraba enfermo, decidió salir hacia San Lorenzo y posteriormente hacia Santa María de Gracia, en aquel momento junto a la Puerta de Plasencia que daba directamente a las afueras de Córdoba, saliendo al campo po el llamado Arroyo del Camello, sentándose en unos olivares que existían.
Una vez sentado, recibió un "olor suavísimo como de cielo", y tras escuchar a sus espaldas el ruido de unos caballeros, volvió la espalda y vió a cinco jinetes vestidos con jubones de raso y calzas de terciopelo blancos, coletos vayos, herreruelos y sombrero.
Grabado de San Rafael. Juan Díaz, 1752.
Al parar junto al Presbítero, uno de ellos le saludó diciendo: Deo gratias.
El Présbítero contestó: Por siempre
A lo que recibió como respuesta: Por vuestra vida Señor, pues sois sacerdote, vaia al Prelado o a quien está en su lugar, y le digáis, que aquel Sepulcro que se halló en San Pedro, y huesos de los Santos, que los tengan en mucha veneración, porque vendrán a esta Ciudad muchos trabajos y enfermedades y mediante ellos serán libres.
Otro de los caballeros dijo a continuación: Qué grande montaña era esto por aquí cuando a mí me prendieron.
Dicho esto, continuaron su camino, desapareciendo de la vista del Padre Roelas en un momento en el que bajó la mirada para meditar a cerca de los sucedido. Intentó buscarlos con la mirada, pero no encontró rastro de ellos, ni huella de los caballos, así como tampoco había rastro alguno de sus dolencias.
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